sábado, 3 de diciembre de 2016



Retractos, capítulo # 28; "Tom Mitchum"

 Cuando Tom testeó el prototipo "CB-55 Artemia loca", y su desintegración a escasos doscientos metros del aeródromo se esparció por varios kilómetros a la redonda, la congoja fue unánime. En medio de la tristeza y desmotivación, por la pérdida de años de investigación y (en un segundo plano),  por la vida del piloto, apareció Tom. Volvió caminando, sin fracturas pero sí bastante quemado. Los árboles le sirvieron de colchón y así amortizó la caída, en medio de un bosque perdido en las colinas más lejanas del complejo de investigación espacial. Del silencio, la sorpresa escalofriante y la solución a la búsqueda de un nuevo piloto, el director del instituto celebró y dio por hecho que Tom probaría al "CB-156 Cocotero ruin".
 En cuestión de tres meses el CB-156 estaba sobre la plataforma de lanzamiento. Era, simplemente, una modificación exhaustiva del CB-55. A las mejoras, arrojadas a la luz del accidente que protagonizara Tom, se le sumaron aquellas que estarían aplicadas sobre el mismo prototipo destruido, pero que en ocasión de solo testear su despegue y aterrizaje, habían sido omitidas. Fue un error dedicar tanto trabajo al CB-156, dar por hecho que estaría de vuelta a la base y que de allí en más, se proyectaría la mejor de sus versiones.
 Cocotero ruin estabilizó su vuelo y ascendió a más de 16000 metros, en trepada vertiginosa y sin vibraciones que alteren su funcionamiento o pronostiquen un posible fallo en su estructura o planta impulsora. En vuelo crucero comenzó a sentirse una brutal desaceleración, constatada desde los instrumentos en la base, por el testimonio en directo de Tom, y por la filmación hecha por los cazas que le escoltaban y registraban cada uno de sus movimientos. Los reactores se detuvieron al unísono y no volvieron a dar señales de vida. Tom permaneció más tiempo del permitido dentro de la cabina, y cuando se eyectó, a muy escasa altura, el paracaídas apenas le permitió salvar su vida después del  brutal impacto en tierra.
 Dos meses y tres días lo tuvieron en tratamientos intensivos, y para cuando se daba como inevitable su deceso, una mejora repentina lo puso nuevamente de pie, en las veredas soleadas de la ciudad que ahora se achicharraba al infernal sol del verano.
 Tom Mitchtum encaró sin titubeos el proyecto "M607 Mamadera hostil". Era la misma célula del CB-156 pero con dos turbosoplantes nuevos, enteramente proyectados de cero y ya probados sobre aviones de línea. La falla eléctrica, que mantuvo apagadas las turbinas del CB-156, y que mantuvo cerrada la cabina cuando la emergencia le ordenaba abrirse (motivo por el cual permaneció dentro de ella en demasía), fue revisadas y solucionada. Ahora la cabina tendría solo apertura manual y de absoluta simpleza.
 Pasado un año el M607 quedaba frente a la interminable pista de despegue. Sintió Tom multiplicarse las fuerza G que le hundía en el asiento, el golpeteo sincronizado y cada vez más rápido de la unión de los paños de cemento de la pista, la soltura perfecta de el vuelo y la tensión del tren erguido y rodante en el aire, sin peso ninguno. Se mantendría así durante el primer vuelo, como era costumbre, y entonces la Mamadera hostil inició la trepada de forma vertiginosa, en ángulo de 45 grados y sin su aceleración máxima, lo que daba enormes perspectivas de sus prestaciones cuando estuviese a plena potencia.
 Pero quedaría para otra instancia posterior a este primer vuelo. El M607 retornaba a la base en medio de una cerrada formación compuesta por tres cazas. Entonces un caza, ubicado metros por encima del prototipo, perdió un tanque de combustible adicional, el que impactó sobre el borde de ataque de uno de los timones de profundidad del M607, y a pesar de que estuviese casi vacío, el golpe fue tan seco que lo partió y el aparato comenzó a zigzaguear de forma salvaje, embistiendo a uno de los cazas a su lado que en una gruesa cortina de humo negro se precipitó al suelo. La suerte del prototipo no fue diferente, y si bien fue posible mantenerlo en vuelo lento y en espiral abierto, su proa comenzó a señalar el piso y en cuestión de segundos se disparaba a tierra como un proyectil.
 Aunque pudo Tom escapar a la llamarada que envolvía la cabina, una vez eyectado su exposición al fuego deterioró el paracaídas que apenas sí pudo sostener el peso del desesperado piloto que cayó sobre el duro pavimento que circundaba a un hangar. Algunos inconvenientes le postraron más tiempo del que se creía en una camilla del hospital, llegando por momentos a pensarse que difícilmente sobreviviese. Pero la Mamadera hostil fue un éxito y durante los casi siete meses de internación y recuperación del piloto de prueba Tom Mitchum, se aprobó el modelo y también se aprobó su producción para una primera entrega 40 ejemplares versión "B5".
 Cuando Tom apareció en la base, ante el asombre total de todo el personal de pista y empleados de diferentes áreas, un aplauso cerrado le hizo avergonzar como pocas veces. El Director del instituto se deshacía en elogios, y en breves pasos, Tom se encontró en la oficina de la máxima autoridad de aquel complejo aeronáutico. El jefe mostró a Tom los resultados de aquel peligroso testeo, informó sobre la fabricación de más de tres versiones y confesó su más profundo anhelo de que sea él mismo, Tom Mitchum, quien testease la futura modificación de la última variante denominada XC-6070 "Macaco soluble", casi completamente proyectada y en fase de montaje. Tom se mantuvo incrédulo y dubitativo. Su jefe lo percibió e intentó cambiar el curso de la conversación: era demasiado pronto para proponerle volver al espacio después de una postración que casi se transforma en perpetua.
 Y entonces el bullicio rodeó la oficina como una tormenta de arena y a través de los vidrios craquelados las sombras empujaban luces y en manchas de colores se acercaron a la puerta. Tres tipos entraron a la sala de improviso, idénticamente vestidos. La grosera interrupción hacía suponer algo grave, y el personal acorralado como ganado asustado, detrás de puerta que parecía el límite que los distanciaba del infierno, confirmó la sospecha.
-Capitán Carlos F. Timerio, Director del Centro de Investigación Espacial. -Dijo uno de los tipos. Más que una pregunta, fue una sentencia.
 El jefe se incorporaba lentamente mientras el asombro le ganaba los ojos.
-Está arrestado por suministrar datos de seguridad nacional a naciones enemigas.
Se fueron los tipos, y con ellos su jefe y su secretario. En cuestión de minutos otras personas idénticamente uniformadas invadieron la sala y removían cada papel y escudriñaban biblioratos y cajones de todos los muebles.   
-¿Y usted quién es? -Le preguntó groseramente uno de los agentes de la investigación.
-Un espía, pedazo de imbécil.
Hubo un instante de perplejidad, pero el par de medallas que Tom lucía en su solapa, dejó en silencio a todos dentro del cuarto.
 Tom caminaba con más lentitud que antes, se notaba que inclinaba los pasos a la izquierda, donde un bastón le acompañaba sincronizadamente. Luego se detuvo bruscamente bajo el soleado techo azul de aquel día. Muchos pensaron que elevaría los ojos al firmamento, buscando en la inmensidad reconocerse en futuras instancias de vuelo, pero no dirigió los ojos más allá del follaje oliva y reseco del horizonte, detrás del alambrado que limitaba las pistas. No necesitaba ir más lejos para revivir el nefasto momento en que, sorpresivamente, un depósito lanzable de combustible de uno de los aparatos de escolta, se estrellaba contra su nave.   

RV 2016
   

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