martes, 30 de diciembre de 2014

Historias aberrantes - Capítulo #8: "El arma secreta".
 Absorto en pensamientos sobre lo que haría una vez de vuelta a casa, un penetrante silbido me obligó a incorporarme desde mi relajada posición improvisada en la santa bárbara. Permanecí un par de segundos como una escuadra haciendo equilibrio sobre mi trasero, con las piernas extendidas hacia adelante y con el tronco flotando como una boya, al tiempo que estiraba los brazos intentando ir tras mis pies, sin dejarme caer hacia atrás e implorando sujetarme de algo como un bebé. El silbido sonó de nuevo, e intuí que algo inquitante ocurría.
 Rápidamente salí de entre las entrañas de bordes bruñidos del blindado, con la naturalidad de un animal que sale de su cueva. Sobre el resplandor cegador de la arena, encontré al Sargento Támaro corriendo en sentido de la carpa. No tuve tiempo ni energía de preguntarle nada, un zumbido áspero y metálico revolvía el calor en el denso aire desértico.
-¡Pornaro, vuélvase! -Me gritó el Teniente desde la puerta de la tienda. Vi al Sargento introducirse y despertar a los demás tripulantes con movimientos enérgicos.
-¡Que se de vuelta! -Volvió a gritarme. Por instinto a una orden  giré sobre mis pies con flojera y torpeza, esperando darle sentido a lo que creía que me decía el comandante de carro. El sol me impactó en la vista con un potente resplandor, y aunque hice esfuerzos por intentar fijar mi atención en la gigantesca sombra que por el firmamento y a baja altura flotaba, permanecí cubriendo mis ojos que sentía quemados por la potente luz. En medio de la nebulosa naranja de aros concéntricos amarillos que se escapaban de mi espacio visual salidos de foco, sentí la voz del Sargento llamando a la calma. Me arrodillé y fue fácil apoyarme al vehículo que estaba a mi costado y al que no había abandonado como si se tratase de una enorme criatura protectora, una vieja hembra junto a su vulnerable cría. Deduje corridas por la planicie arenosa y espanto en mis compañeros. Poco importaba, el zumbido ensordecía y el viento era terrible. Por algún extraño fenómeno la arena permanecía sujeta al suelo, y la sombra, por lo que entendí, flotaba en una densa nube caliente que ella misma generaba y sobre la que se desplazaba. Así se alejó reflejando su negra estructura en la superficie y el cielo, tenebrosamente levitante.
 Detrás de una duna, donde el vehículo "Comando" estaba escondido y era portador de la radio, surgió el Sargento sonriente. Se acercó a nosotros caminando con calma. Con el dorso desnudo, la piel dorada por el sol y marcados los huesos en su delgado cuerpo, el hombre tenía toda la apariencia de un guerrero al que el árido medio obligó a adaptarse con exigencia y constancia. Acomodó su gorro de lona sobre el cabello rubio y duro com alambre, miró un par de veces en sentido a la mancha negra que volando se alejaba hacia el horizonte, y luego nos dijo:
-Es un arma secreta, es nuestra... va hacia la tormenta, a buscar enemigos...
 Todos comprendimos de qué se trataba aquello: cubría la retaguardia. Cada uno se abocó con sincronizada calma a levantar el campamento. Vi desaparecer al arma secreta detrás de las opacas colinas en el horizonte lejano y plano. Emprendíamos nuevamente la retirada, de regreso a casa. A nadie importaba si aquella máquina tendría algún efecto sobre el desarrollo del conflicto, o si volveríamos a verla. Ahora estaba sellada nuestra desvinculación de aquel abominable problema de la guerra. Y se manifestaba más claramente que nunca nuestro deseo de olvidarla a ella y sus hijos mal paridos que quedaban vagando sedientos de sangre por parajes confusos y agrios, hasta que se detengan entre el polvo y maleza destrozada, a la espera de que otros las ocupen y muevan nuevamente.
RV 2014.



domingo, 16 de noviembre de 2014

Historias aberrantes - Capítulo #7: "La visita".

 No reconocí las yemas de los dedos golpeando sincronizadamente sobre el vidrio entre el diluvio de la tormenta. Sin embargo, comprendí que se debía a cierta actividad humana, aquella que exige nuestra atención. Permanecí en la cama, pesadamente cubierto por las frazadas. Los fuertes truenos se intercalaban con estampidas de luz que los relámpagos impregnaban fuera de la casa, quemando en contraste cada imágen, incluidas aquellas que se presentaban fantasmagoricamente dentro de mi humilde habitación. A cada relámpago o trueno, mi cabeza se erguía velozmente y así permanecía inmóvil contemplando la ventana y controlando que el mundo aún no se hubiese destruido.
 Entra las pausas que atestiguaban la lejanía cada vez más inmediata de la tormenta, volví a sentir aquel tétrico golpeteo que demandaba mi atención. El terror me sobrecogió cuando pude apreciar la siniestra sombra sombre mi cama, y contemplar como la más triste de las apariciones que uno jamás pudiese imaginar, la silueta de aquel cuerpo abatido por el agua. Permanecí así, y el cuello comenzó a dolerme al no poder bajar la mirada en dirección al misterioso visitante. Transcurrió un tiempo que dificilmente pueda manejar con discreta exactitud, pero fueron varias las ocasiones en las que el hombre extrajo su mano del bolsillo y se detuvo frente al espeso vidrio, dudando si volver a repetir el llamado. No me quedó opción. Me incorporé y sin sentir el frío del invierno que machacaba a cada ser vivo, luego de inquietos balbuceos, pregunté con voz dura: ¿Quién es?
 La figura pareció hacerme un gesto, como invitándome a acercarme. Tras dudar y explorar detalladamente el semblante de aquel indiscreto personaje, decidí aproximarme lentamente, hasta quedar a un metro de la ventana y del hombre.
-Escuche. -Pude entenderle con claridad. Permanecía con los brazos extendidos a los flancos del cuerpo. Su voz era suabe y clara, y en ningún momento declaraba alteración alguna.
¿Qué desea?
-Escuche. -Continuó sin dejarme terminar de hablar. -Usted me verá siempre, entre aquel montecito, ¿ve? -el hombre se giró a su derecha y su brazo apuntó hacia el lugar que miraba, pero que estaba fuera de mi campo visual al exceder su extensión el pequeño formato de la ventana. -Y también allí, y allí, y por lo de la pulpería del Perro Anselmi. Tenga presente que siempre me verá...
-¿Cómo...? (Intenté interrumpirle, pero el hombre estaba explicando y en su tono era evidente la necesidad de que aquel extraño mensaje me quedara claro).
-... desde la ruta hasta los campos de soja al borde de la estancia Mamangá, y la pendiente de la cañada donde pesco. -Volvieron a golpear sus yemas en la ventana floja y sentí cada dedo tocarme el alma y empujarme hacia el pavor más profundo. Se marchó bajo la cortina blanca del agua que había vuelto y con ella los truenos que parecían  cañonazos.
 El terror me llevó a la cocina donde bebí café amargo, sin saber cuándo lo había preparado ni por qué mi mirada había quedado clavada en la pequeña ventanita sobre el horno.
 A ciencia exacta, difícilmente pueda confirmar cuándo fue su primer  aparición, pero si puedo objetivamente confesar que son cuatro la veces a la semana que se hace presente en esta ventana, cuando no me lo cruzo por entre los campos, atravesando un alambrado o tomando caña en la pulpería del Perro. Temiendo preguntar por él, una foto me revelería su identidad, en casa de don Gamarra, colgada sobre el fogón.
"Este es mi compadre el finado Teo, que nos dejó hace veinte años". Me dijo una noche de febrero contaminada de calor abrazador.
 Supe de la disputa por una mujer, cuentas pendientes saldadas violentamente sobre una balsa y también una apuesta resuelta con mala suerte. Todas patrañas, ninguna tuvo jamás sustento capaz de hacerlas medianamente creíbles. Deduje en el tono de la gente que en pocas ocasiones narraba su muerte, el descansado pronunciar de palabras falsas arrojadas a un aljibe y olvidadas antes de tocar fondo.
 Lo encontraba y lo miraba, don Teo fumando en la cañada y don Teo cortando tacuaras. Estuve entregado durante mucho tiempo a hacer de mis pasos un decantar de inquietas expectativas que en algún momento puedan situarme frente a aquel individuo oscuro y sentir de él lo ocurrido. La espera consumió años de espejismos, entre los que a la deriva intercalaba resoluto referencias capaces de contactar un episodio con un sueño.
 Pero ensillando mi caballo una hermosa mañana de abril, apareció don Teo, y en un gesto, peregrino en su caminar, me dio a entender aquel secreto: "apriete bien", -me dijo y mantuvo su rostro volteado hacia mí durante el largo rato en que se desplazaba.
 Luego, casi adentrándose en el tupido montecito, gesticuló tres o cuatro veces con graciosos movimientos una caída hacia atrás. Ya entre los altos helechos que tapizaban el bosquecillo y le obligaban a tirar las rodillas hacia arriba para no tropezar, le vi entre sombras juntar sus manos como rezando, y moviéndolas así, junto a su pecho, hacia adelante y atrás con centro en sus muñecas como expresando fatalidad o arrepentimiento.
 Se perdió entre el follaje y mi camino se hizo tan lento que parecíamos meditar los dos, mi caballo y yo. Y precisamente, desde aquella perspectiva desde la que observaba al animal, su largo y fino cuello inclinado hacia abajo, los abultados músculos de la mandíbula, las orejas espigadas y relajadas, y las largas pestañas de sus ojos que delataban la dirección de la mirada hacia los bordes del camino, fue que comprendí lo ocurrido. Entonces, en un escalofrío, me aferré con las piernas al abultado abdomen del equino, como evitando caerme, y apreté las riendas entre mis manos cual si fueran sogas de las que me aferrara en un naufragio.

RV 2014.




sábado, 30 de agosto de 2014

Historias aberrantes - Capítulo #6: "Postales de un sueño".

 A alguien despojaba de la luz y contaminaba con una suerte de pútrida humedad, como la que permanece en la hojarasca y salpica el follaje bajo. Así, encantado y déspota me revolcaba hasta confundirme sobre el oscuro terreno, laberinto de ramas y zanjas profudas de un caudal disuelto.
 A veces, cuando estoy acorralado por sentimientos de remordimiento y hosquedad, este recuerdo abre esclusas en mi anegada alma, para dejar escapar lo más turbio de mi conciencia. El precio es alto, pues esto me obliga a dejar drenar lo bueno entre lo malo, y contemplar entre la espuma convulsionada esta pérdida es sentirme cada vez más cercano a la muerte.
 A alguien quitaba la vida... quizás esto debí decir desde un principio, pero lo terrible no es considerarlo una simple pesadilla, sino sentir melancolía por un sueño.
 Por algún motivo no escapaba, y permanecía inmerso en la maleza y las casitas que se desparramaban por aquel hermoso valle hasta un lago calmo que espejaba el cielo en la noche. Podría haber sido yo la víctima de aquel atropello aterrador, o simplemente un vago espectador nocturno de un hecho siniestro que contaminó la noche cálida iluminada por la luna.
 Por momentos pienso que las pestañas son filtros que retienen lo adverso de una imagen para luego, durante el pestañeo, eliminarlo completamente haciéndolo desprender cual fruto podrido al sacudir la rama.
 No pretendo destruir lo oscuro o perturbador de ese recuerdo de un sueño, tampoco quiero dejar de considerarlo como tal al evocar las laderas de hierba fosforescentes por donde corro sin pisar mi sombra. Instintivamente dejo los ojos entrecerrados peinando con la mirada aquello que se encuentre confuso, y barriendo todo lo otro que comprometa mi satisfacción y la seducción, por más terrible y dramático que esto pueda ser.

RV 2014.

jueves, 14 de agosto de 2014

Historias aberrantes - Capítulo #5: "Requiescat in pace".
 Huyendo de la terrible ofensiva, que todo lo apisonaba entre cenizas y lodo, escapando a las trampas de chatarras retorcidas por el fuego, los tres hombres encontraron refugio en un oscuro galpón. Aún en pie, con sus cuatro paredes y techo a dos aguas prácticamente enteros, la construcción de madera dejaba entrar la luz entre los tablones rajados y perforados por impactos de balas.
 Sin mediar palabra, los hombres se arrojaron sobre un montículo de paja y maderas diseminadas dramáticamente. A pesar del estruendo terrible de los disparos de proyectiles y cohetes que pasaban lamiendo la opaca construcción, ensombrecida más aún por las columnas de humo en movimiento, los hombres se durmieron profundamente oprimidos por el agotamiento. Los últimos aviones de ataque a suelo pasaban zumbando sobre el suelo calcinado para perderse en dirección hacia donde ellos al principio corrían, tras los pasos de los demás soldados y vehículos que también escapaban.
 Hubo una pausa quizás exquisita como el más sabroso y fresco fruto. No había interferencias entre el mundo soñado y el árido entorno que envolvía al mismo tiempo.
 En el sueño los hombres parecían sumisos a un extraño poder bondadoso y cálido, pero que enrarecía la atmósfera con los temblores del rigor y el miedo. Se entregaban, pues nada más podían hacer, a la fuerza que los mecía como ramas por la brisa.
 Un sueño se escapaba y las imágenes hacían confuso el escenario que, si bien no causaban verdadero bienestar, los inducía confortablemente entre oscilación y oscilación donde el panorama se deterioraba.
 Una joven se hacía presente dentro de un galpón, que fácilmente podía deducirse era en el que se encontraban en ese momento. La chica, de unos dieciséis años, portaba un candelabro, el cual mantenía con las velas a la altura de la frente, lo que ilumunaba su rostro plenamente. Sus rasgos eran bellos por más que su seño fruncido parecía contener furia. Detrás de ella, la luz del día daba plenamente, pero sobre un mar infinito, calmo pero en movimiento. A ninguno le pareció extraño que allí no hubiese campo, pero en el momento que intentaron incorporarse la muchacha dio un enérgico paso y se frenó desafiante, dando a entender que les cortaba el camino. Tenía un arma en la otra mano, la cual apuntó hacia un costado y allí, como por un extraño efecto lumínico, apareció un bulto oscuro, una persona arrollada, un hombre muerto. Los tres hombres, aun sobre la paja reseca, contemplaban la escena como simples espectadores. Entonces el hombre muerto se alzó de forma ilógica quedando en pie, al tiempo que de su pecho se desprendía materia y humo cual impacto y de allí se proyectaba hasta el revolver de la joven, penetrando por el caño y arrastrando una llamarada fugaz que también se introdujo en el arma. Su dedo, el que gatillaba, volvía asu posición estática sobre el gatillo.
 "Con esta arma aspirarán la muerte sobre cada persona que yace tirada sobre el terreno", dijo la muchacha, volteando en ágil pirueta el revolver y tomándolo por el caño. Así lo ofreció a uno de ellos, y así, por la culata, el soldado lo tomó como si se tratase de un objeto extraño. La chica y el hombre revivido se marcharon dando la vuelta en la enorme abertura que hacía a la entrada y desaparecieron sin ser vistos siquiera por entre los espacios de las tablas rotas. El agua parecía embravecerse y ahora las olas corrían con mayor celeridad.
 Cuando el hombre que empuñaba el arma se incorporó, esperó a que su compañero también lo hiciera, y aunque con mayor esfuerzo, al instante estuvo parado a su lado.
-Él está muerto, se murió dormido. -Le  comentó su compañero, mientras mantenía el arma apuntando el suelo. Permanecieron observaron al hombre que en la posición que se encontraba era en la que había caído. Por un momento dieron vuelta la cabeza hacia atrás, para prestarle atención a las tempestuosas aguas que comenzaban a arrastrar ramas y objetos comunes. No parecía crecer si bien su caudal se apreciaba severamente aumentado.  El hombre del arma pensó en si lo ocurrido anteriormente se trató de un sueño, y de haber sido asi, hasta qué punto creer en que su compañero hubiese visto lo que él vio con la chica y la implosión del arma. Pero el otro lo observó a los ojos, luego contempló el arma y volvió la cabeza hacia el compañero muerto. Entonces el arma estaba allí y era reconocida por ambos, lo que afirmaba la idea de que la escena de la muchacha y el cuerpo que se alzó fuese común para los dos. Esto, con el transcurso de los minutos se hizo evidente, por más que la corriente de agua se había vuelto ensordecedora y los distraía de a ratos, pero solo quedaba una duda flotando en el espacio dentro del maltrecho galpón: si apuntar al soldado muerto antes, o esperar a que se levante primero.

RV 2014.



martes, 12 de agosto de 2014

Historias aberrantes - Capítulo #4: "La espera".
 Como un pájaro volando en un cuarto cerrado, como pétalos caídos dentro de un jarrón oscuro y frío, chocando contra el espeso muro del humo que envuelve un bosque en llamas, Joaquín consumía la ira que cada día lo desborda.
 No en vano esperaba sentir las llaves que hermetizan su aliento del exterior, y lo hacen palpitar empeñoso en su empresa, alejado del bullicio. Se ha planteado, como una promesa anudada al tobillo de un náufrago, no permitir que le tormento lo ahogue más, porque de ser así, lo sentenciaría a muerte.
 No faltaron en su imaginación las ocurrencias más tenebrosas para impedir o modificar aquella situación, para retener a Noelina a su lado con el vigoroso impulso que desde un principio los unió hasta hacía escasas semanas.
 No compartían las mismas vías o carriles, sus vidas se separaban indefectiblemente, esbozando cruces que, pareciendo coincidencias, desnudaban la más absoluta intolerancia e incompatibilidad.
 Pero a la mirada fría y silenciosa con que la mujer retenía la adiposa pena del hombre, Joaquín se reflejaba en otro costado, en otra situación y bajo la perspectiva de un posible cambio. Pensó abatirse frente al instinto animal que le obstruía cada vez más tener una actitud civilizada, cuando no, humana.
 Las horas de ausencia de Noelina se fundían en la esmerada actividad de Joaquín en su altillo. Frente a la fragua y el buril, donde poco a poco formó su nuevo calendario de vida. En él, bien marcados estaban los días de paseo y descanso entre los árboles al margen del río, o el placer del frío en la colinas linderas.
 Esperaría. La contemplaría alejarse temprano en la mañana, y retendría aquella imagen, mejorada, retocada, si bien algo más cercana a él, durante las largas noches en que se ausentara. Luego prestaría atención al bajar la escalera, con la visión drásticamenet limitada, pesado insecto al asecho, hasta ubicarse donde sus articulaciones encuentran libertad de movimientos, velocidad y contundencia.
 El sol calentándole el esqueleto por momentos le hacía pensar que por él corría sangre. Inmóvil e impávido, esquivado por el viento que le hace más brillosa su coraza, permanecía a la espera, al instante propicio de derramar toda la pena, inundada de energía cegadora y punzante.

RV 2014.

 

lunes, 23 de junio de 2014

Historias aberrantes - Capítulo #3: "Las hermanas Lupi".

Hermoglia Lupi (a la izquierda, arrodillada), Pernambucana Lupi (de pie, a la derecha), y Maconia Lupi (ausente, murió a los ocho años asaltando una ferretería con una granada), integraron el grosero "Clan Lupi", o como todos las conocíamos en el barrio, "El grupo de las hermanas Lupi". Naturalmente que la pérdida de Maconia significó un drástico golpe para la organización criminal, sobre todo en el número de integrantes, puesto que pasó de "Grupo reducido" a "Grupo breve", según datos estadísticos del Instituto de Criminología y Cosmovisión Apícola de la Facultad de Derecho. Aún así, siendo Maconía la mayor de las tres hermanas y quien estratégicamente manipulaba al grupo, su desaparición no supuso grandes problemas para sus dos hermanas menores, quienes respetando rigurosamente el Código de Hermandad de las Hermanas Lupi, sortearon obstáculos y asumieron desafíos que hicieron posible la actividad de la organización. Año tras año los asaltos y diferentes operaciones dieron fama a las hermanas, ganando respeto en el barrio y la ciudad, así como una suculenta fortuna amasada a fuerza de intervenciones tan violentas como desmedidas en el marco de la delincuencia y la omisión ética básica. Fueron notables algunas de sus acciones, que quedarán en la memoria colectiva de toda una generación que les temió, admiró y, finalmente, delató. Así pueden destacarse con relativo fervor:
1- Atraco al Banco Pureo de Finanzas Bálticas: demolición de su fachada, vaciamiento de bodegas y decapitación del Director General, Gerente Gerencial y Agregado Monetario. (El suceso se transmitió en directo por televisión abierta y cable, paralizando a todo el país y postergando la inaguración del "225º Festival del Oboe y la Estopa").
2- Fractura de mandíbula al tenor Pedrito de Albuquerque y cancelación de su grotesca gira mundial "¡Hola Zarzuela!": A raíz de esta gracia, se generalizó el famoso dicho popular "¿hola zarzuela?, ¡Pedrito y su muela!", utilizado cada vez que un individuo diera por hecho algo con absoluta seguridad y arrogancia, sin dar lugar al fracaso o carencia de suerte).
3- Derribo del Vuelo FG-552 con la escuela de zamba "Os Macaqueiros da Rua", que vergonzosamente actuaba de forma sumisa y cipaya en misiones de la ONU. (Aquel año la prensa local titulaba: "Calleron los Macaqueiros, ¿alguien sintió algo?" -"Diario Mambrú"; o por ejemplo el semanario "La Pasta", "Macaqueiros al agua, fauna marina en peligro". Genial).
4- 15 minutos de golpiza a la Condesa de Kokô: "quince interminables minutos", dijera al mes de despertar del profundo coma que la tuvo al bordede la muerte. Fue un grabe error de la Condesa de Kokô, Margarita de Auschpith, que declaraba a los medios de prensa más selectos del mundo, desde su mansión en el privilegioso balneario "La bala": "he sabido de dos gamberras que pretenden fama, no diré que gozan de mi admiración, si bien una tercera sí me ha cautivado el alma al volar al más allá". La clara alusión a Macania Lupi no fue olvidada por sus hermanas, quienes haciéndose pasar por monjas de la caridad, penetraron en su mansión, y tras encerrarse con ella y su mascota Tilo (un monito etíope), administraron dantesca golpiza en el transcurso de un cuarto de hora. (Un mensaje dejado por una de las Lupi, escrito con sangre de la Condesa en el espejo de su cómoda, decía: "más acá que allá, la Condesa de Kokó quedó hecha Kaká". El mono fue hallado sin vida a la semana, dentro de un estuche de zapatos).
5- Inoculación de 700cc de hipoclorito de sodio al dentista Wilfredo Rastamán: quizás el hecho que gozó de menos aceptación en el barrio, debido, pura y exclusivamente, a que el deterioro físico-motriz posterior a al intervención de las Hermanas Lupi, dejó sin uno de los dos odontólogos que teníea la ciudad. Un tratamiento de conducto que ocasionó la pérdida total de un premolar de Pernambucana, derivó en el pintoresco suceso. Extraída la pieza dental,  Pernambucana permitió el ingreso de su hermana al consultorio, y tras atar al Doctor Wilfredo como un matambre al sillón, se le inoculó la cantidad mencionada en varias dosis, a la altura cervical. "Pataleaba como un chino", decía a la AM Secuelas la graciosa Hermoglia Lupi. (El líquido se encontraba en el mismo consultorio).
 Bien, para muestras basta un botón. Las acaudaladas hermanas Lupi no mermaron sus bromas, y en el transcurso del Carnaval de las Desgracias (fiesta tradicional bienal), las mismas adquirieron un tinte tan funesto como peligroso, despertando en las autoridades intrigas tales que terminaron por modificar abruptamente el concepto que sobre ellas la gente se había hecho, para pasar a la clandestinidad y posterior requerimiento.
 "Carnaval de las Desgracias - 1988": la fiesta tradicional por excelencia, de una duración sorprendente de 124 días ininterrumpidos de groseras bromas rayanas en la psicosis colectiva, se venía festejando desde el año 1790. Esta edición previa al festejo de los 200 años, sería recordada por todos como la más abominable, contaminada funestamente por la impronta "Hermanas Lupi", leyenda que generación tras generación, se intentó ocultar con el fin de subsanar la matríz cultural de aquella nación, desgarradoramente atrofiada.
 El Asilo "Misericordia del Marqués Redentor" fue el primero en sufrir estas vandálicas bromas. No fue la rotura de vidrios con gatos muertos lo que condenó la suerte de sus habitantes, no, si bien los confinó al pavor más delirante, sino la descarga eléctrica propinada por las Lupi al complicado sistema de tubos de gas lo que condenó su suerte: 43 ancianos carbonizados junto a 13 funcionarios del establecimiento + 18 adultos mayores mutilados de forma cavernícola. Pero esto recién había comenzado. Al mes de iniciado el carnaval (en cuya inauguración se generó una gresca demoledora que acabó con el torpe saldo de 22 fallecidos de los cuales 4 fueron por electrocutamiento sobre el estrado), las Lupi destinaron un tonel de "Veneno para ratas Mafalda" a la planta procesadora de Helados Mónkis,. La gracia pasó factura al último censo: 394 personas intoxicadas, 223 muertas y las restantes con serias lesiones en el sistema nervioso. Dos días después, un impacto certero de Pernambucana con un rifle de asalto a un reparto de garrafas delineo uno de los más sorprendentes proyectos urbanísticos de la ciudad. El "Gran estanque de la paz", trazado después del cráter de 30 metros de profundidad ocasionado por la detonación del camión. El chiste redondeó números para hacer más fácil el trabajo forense: 50 calcinados y 10 "Volatizados". Sin embargo hasta el momento las gracias de las Lupi pasaban desapercibidas en medio de la hecatombe humorística en la que la población se afanaba, anotándose en el anonimato algunas como la demolición de la Estación Central de Ferrocarriles mediante tres descarrilamientos de sincronización sorprendentes, y una funesta resultante de 204 decesos. Las piñatas generalizadas o "generalas", se dieron con un intervalo de una semana entre sí, aproximadamente, por lo que si bien al terminar la festividad rondaban los quince mil fallecimientos por "pugilato descontrolado", esto no alteraría drásticamente los números arrojados por el efecto Lupi. Hubieron también quienes se ganaron el reconocimiento de profecionales del carnaval, como los catorce operarios de la planta de armado de lavarropas "Pinki-low". Los delirantes trabajadores metalúrgicos conformaron "La murguita de los Lemures": subidos al primer tablado, y ataviados bajo el simpático disfraz de peluche, dispararon interminables ráfagas de metralla a los sorprendidos espectadores, quienes anotaron en su desmedro la pérdida de 46 de ellos.
 Pero el hecho al que haremos referencia para determinarde de algún modo cuál fue la detonante final de su suerte, fue el que encontró a las hermanas Lupi en la decadencia absoluta. Dejadas de lado por fenómenos más interesantes que absorbieron de forma casi total la atención de la gente, las hermanas Lupi intentaron recuperar su fama en proyectos de torpe imaginación y presupuestos escalofriantes. Los lanzamientos de naves y cohetes con motivo del Primer Programa de Investigación Espacial, fueron cautivación absoluta de toda la población, sin distinción de edades ni de otro tipo.Tres funestos fracasos dieron lugar al éxito del del cuarto lanzamiento. Si bien las pérdidas en vidas y patrimonio del estado de los primeros proyectos fueron casi demoledoras, pasaron inadvertidas con la expedición 77RF y su misión sobre Marte.
 A este punto, las Lupi habían protagonizado un sin fin de películas y telenovelas, financiadas y actuadas por ellas mismas y producidas enteramente en los estudios de la red televisiva de la que eran propietarias. Un innumerable ciclo de films pornográficos finalmente suscitaron cierta admiración y actractivo por parte de la apática población. Sin embargo, rápidamente fueron olvidados y el enorme esfuerzo de las hermanas Lupi se volvió contraproducente, despertando el rechazo en cada aparición en pantalla, las cuales poco a poco mermaban debido al agotamiento. Entonces Pernambucana tuvo aquella catastrófica e inusual idea, un pensamiento rescatado de la más abominable confrontación entre elementos dantescos y depravados. La idea tuvo inmediato apoyo de Hermoglia, y tras refinados ajustes, en cuestión de tres meses activaron el demoníaco plan.
 La idea era la siguiente: notó Pernanbucana que durante los diferentes sucesos criminales, aquellos donde el factor sorpresa jugaba destacado rol, más para los espectadores que para sus víctimas, el índice de aprovación subía desproporcionadamente. Así recordaron y analizaron diferentes intervenciones, y constataron lo expresado anteriormente. Entonces, si habían declarado la guerra al Alcalde (acérrimo enemigo de las Lupi), debían ajustar el el plan a los tiempos de los espectadores, causando inevitable sorpresa entre la muchedumbre, sin importar en los reparos a los que el mismo Alcalde se hubiese sumido. Esto garantizaba un golpe escénico formidable, si bien a un coste exorbitante por no estar sujeto al mejor momentode ser aplicado a su víctima.
 La idea era casi perfecta, se quería atentar contra el Alcalde, el Doctor Dionisio Rolling Mayer, pero no se sabía en qué momento hacerlo. De modo que, sin perder un segundo de seguimiento a dicho individuo, se buscaba exhaustivamente una fecha capaz de causar el impacto deseado, y con el mismo, la vuelta a la absoluta admiración por parte de la población.
 Hecha la promesa de muerte hacia el Alcalde Rolling "Penachito" Mayer a través de su propia red televisiva, las Lupi causaron absoluto impacto mediático. El mismo creció de forma sorprendente a medida que se acercaban a fechas pátrias o sucesos que englobaban culturalmente el interés de la población.  Así, celebración tras celebración, la gente esperaba impaciente la ejecución del plan Lupi, y se apostaba salvajemente sobre la suerte del Alcalde.
 Después de siete meses de meticulosa preparación, el golpe fue llevado a cabo, y paradójicamente la espectacular aprobación popular se volvió sorpresivamente una condena que terminó con las Lupi tras las rejas.
 17 de agosto de 2006. Lanzamiento del cohete espacial 78HF. Evento de interés nacional con total participación popular completamente comprometida con el proyecto estelar. El mismo, había acarreado severos recortes presupuestales en materia de educación y salud, en apoyo a la investigación espacial. Los compromisos adquiridos con redes financieras internacionales condenaban la suerte de varias generaciones del país a pagar una deuda exorbitante, pero con una enorme o casi total posibilidad de que la empresa tenga beneficios gigantescos para el país. Años de discución e investigación se volatizaron en una apoteósica detonación de cuyas consecuencias se puesde dar crédito mediante fotografías aéreas. 
 Hora 1027: ante miembros del Gobierno Central, autoridades Municipales (incluido el Alcalde Dionisio "Palenque" Rolling), y agregados Diplomáticos y de Oficinas de Investigación de más de treinta países, el 78HF despega dejando atrás la plataforma de lanzamiento.
 Hora 1028: las redes de comunicación televisivas y altoparlantes del Complejo Espacial son interferidas por las hermanas Lupi, allí manifiestan su promesa; -¡Felíz navidad y mejor "ano" nuevo!-
 Hora 1029: el depósito #7 de hidrógeno líquido exhibe luminoso chispazo cuando el aparato se encuentra a 122 metros de altura.
 Hora 1030: explosión y caída del cohete sobre las gradas de espectadores, envolviendo en dantesca bola de fuego a autoridades y chusma por igual.
 La noticia acaparó la atención mundial durante varias semanas, pero en aquella nación, durante años. No fueron las casi 230.000 personas muertas ni las 58.000 lesionadas las que suscitaron la condena a las hermanas Lupi, puesto que fue motivo  de carcajada y algarabía total para televidentes y espectadores sobrevivientes. El tema "detonante", fue el cumplimiento de las cartas de compromiso con los Bancos acreedores, el inhumano pago de intereses y aberrantes reformulaciones de la deuda.
 Las hermanas Lupi, las "Diosas de la Acción", como fueron apodadas durante su florecimiento, emprendieron una interminable fuga que arrojó un saldo calamitoso en vidas e infrastructuras, y que terminó un año y medio después cuando fueron capturadas en una de sus tan numerosas orgías.
 Si bien no puede decirse que su captura pudo recomponer el daño estrepitoso que sufrieron las arcas del estado, podría decirse  que el hecho lanzó al estrellato a una nueva personalidad (o no tanto), escondida durante años en el anonimato y el pavor más desgarrador.
 Integrando casi todas las orgías organizadas por las Lupi, cada vez más cercana al núcleo íntimo de las tétricas hermanas, siempre bajo esmerado disfraz y absoluto secreto, la Condesa de Kokô delató su posición, y dada la exhaustiva búsqueda por parte de las autoridades, dieron con el paradero e inevitable arresto de Hermoglia y Pernambucana Lupi.
 "Esto no llena el espacio vacío dejado por mi monito Tilo, ni reconstituye el entretejido socio-cultural deteriorado por las acciones de las hermanas Lupi, -decía la Condesa a la prensa internacional- pero sí pauta reglas de comportamiento que deberán de ahora en más ser respetadas por todos, y que en su primer punto dice dice que es necesario exportar a otros pueblos y naciones nuestra matriz de civilización, e inundar con nuestro genio inconmensurable, cada rincón del planeta. Porque algo sí queda claro en este aprendizaje de décadas de nefastas costumbres y tradiciones: nuestro país nos queda demasiado chico".
Fin.

RV2014.


martes, 22 de abril de 2014

Historias aberrantes - Capítulo #2: "El asesinato de Ludgüin".
 Sería una apología de la muerte considerar bien aventurada la fatalidad que se cernió sobre Ludgüin Morales Carrara y todos quienes lo conocíamos. Sería permitir un velo de tenebrosos conflictos en torno a su repentina muerte, los entretelones con consecuencias directas, y la totalidad de motivos que permitieron tal desenlace. Sin embargo, depositada ya la tierra sobre su cajón y pasados los días de sombrío luto, he de consentirme algunas apreciaciones que escapan a conclusiones mundanas y albergan secretos fétidos y terribles. No estuve presente cuando ocurrió, si bien mi ausencia era ignorada; encontré el cadáver segundos después de su muerte, aunque otros se anticiparon a mi hallazgo. Permitir que torpes conflictos emerjan como yuyos salvajes por entre las baldosas de un camino, no haría más que sepultar toda sospecha que en el fondo de cada uno de nosotros ha quedado, como una mariposa volando en la noche cerrada, de sobre quienes fueron los verdaderos culpables de esta historia aberrante.
 El 4 de mayo, como todos los años, después de recordado el desmoronamiento de la muralla este de la ciudad, y el posterior aniquilamiento de toda la población por el invasor, después del seco y opaco eco de las campanas de la catedral, a eso de las 1500 horas, Ludgüin Morales retornaba a su casa de la calle Keops 1322. Un hermoso día frío de apenas cinco grados  y sol luminoso envolvía a los tristes habitantes del lugar que aletargados consumían lagrimas de vuelta a sus casas. Entre ellos, Ludgüin.
-¿Cuál es el problema, acaso van a llorar todos los años por algo que ocurrió hace cuatro siglos?
-¡Andate para tu casa, y tené un poco de vergüenza! -Respondía un Guardia Civil al intransigente Oscar.
-Oscar, -agregó Ludgüin, atravesando la calle y yendo hacia la vereda opuesta a la del inreverente personaje, -vení con migo que en breve llegan aquellos. -El desaliñado muchacho se le acopló como un escudero, y ambos continuaron por la amplia vereda iluminada.
 Los seguí sin disimulo, esperando que el pequeño Ludgüin notara mi tranco de cebú y se girara para esperarme con una sonrisa. Esto no ocurrió. A medida que avanzábamos, entre carruajes y músicos de la banda municipal que disgregados volvían con sus familiares a sus hogares, tuve tiempo de alcanzarlos y quedar a unos pocos pasos de ellos, sintiendo el perfume achocolatado de la pipa de Ludgüin.
-¿Y no te pensás quedar en la colina? -Le preguntaba el hombre bajito casi ofendido.
-Me quedo, pero solo un par de días. -Respondió Oscar, siempre con el seño volteado hacia delante e ignorando la fuerte mirada del pequeño Ludgüin que se había fijado en su perfil, dtrás de los espesos lentes.
-No voy a estar más de dos días para ver como hacen otra cagada. -Volvió a balbucear el personaje alto y de traje gris.
-¿Otra cagada? ¿Y vos qué hacés para evitarlas, rajar? Le increpaba el enano al tiempo que yo me disponía a intervenir diciendo "él va a adobarlas". Pero repentinamente, por entre los coloreados papeles de un quiosco apareció Selly, la hermana del mismo Oscar, quien me anticipó diciendo mi nombre con suavidad femenina.
-Milton, poné 25 y salimos a dar una vuelta por el botánico. -La observé, estacado apenas sentí su voz, y dejé que el tiempo transcurra sin decir palabra, y admirando su extraño rostro que la hacía tan especial. Se refería a los 25 morlacos faltantes para conseguir "hierba fuerte", y al adiposo paseo entre ancianos y dementes del jardín botánico, la mayoría de ellos, seguramente intoxicados como nosotros. Vi a Oscar y a Ludgüin entrar en su casa, a media cuadra de distancia. Mientras sonreía y gozaba de la espera en la que la chica se encontraba, intercalé un par de veces sus separados ojos y diminuta boca de la esquina donde los hombres habían entrado. Un coche se detuvo frente a su puerta. Un hombre bajó veloz  y por la rudimentaria ventanilla trasera del automóvil se apreciaba otro de sombrero de hongo aguardar al volante. Observé los pequeños pechos de Selly que caprichosamente levantaban la camisa y confundí el brillo de su dentadura con el blanco intenso de la tela. Saqué la billetera y le di un billete violeta al tiempo que le dije que me esperara en la fuente del mamut. Partió rauda por el frío pasillo de la galería con el abrigo de piel casi desprendido hasta los hombros, como acompañándola a las corridas. Reanudé mi marcha hacia la casa de Ludgüin cuando de improviso el mismo tipo que había ingresado minutos antes salía corriendo y se metía dentro del auto beige. Llevaba algo grande y de forma similar a un jarrón, envuelto en un espeso género. El coche aplastó su trasero contra el suelo, y después de dejar una pequeña cortina de humo blanco, sentí el rugido de la acelerada y los reflejos del sol en su lateral derecho al tomar en diagonal por la calle transversal. Una mala maniobra y un mal presagio...
 Encontré la puerta de acceso cerrada, pero no trancada. Detuve mi mano frente al pestillo dorado dudando si entrar, pero también tenía ganas de fumar y sentir las carcajadas de Selly, su perfecta dentadura y ese particular gesto de tirar la cabeza hacia atrás en cada risa, dejando su fino cuello al desnudo, e invitándome de forma salvaje a morderlo como un vampiro. Me introduje de forma torpe apretando mi gabardina con la puerta. Se sentía con claridad la música llegar desde la sala central, luego un baso estallar contra el piso, una puerta cerrarse y la música continuar inmutable.
 Llegado a la sala, la sorpresa me cortó la respiración. Sentado como un aperiá dormido, estático y con la flojera del abandono, Ludgüin yacía inerte. Por el piso su baso fragmentado con leche de coco y salpicando de blancas perlas la superficie. El gramófono continuaba con la orquesta a tope, y en lo alto, sobre la pared, la puerta de la ventilación  extrañamente arrimada, haciendo suponer que se intentó cerrar pero no se pudo. Toqué el puño de mi pequeño amigo, invitándolo a despertar, luego no sentí su pulso y confirmé su deceso. Sin perder tiempo, con una mano elevé la tapa del ducto de ventilación, y haciendo pesar la sórdida impronta de un revolver, golpee en el marco del mismo, al tiempo que gritaba: "¡bajáte de ahí o meto bala p'adentro!" Al instante los brillosos ojos de Oscar surgieron de la oscuridad como los de una comadreja asustada.
-No disparés, Milton, soy yo... -Dijo serenamente.
-Dejame que te explique y vas a ver que está todo claro. -Continuó. Bajó con soltura desde el estrecho agujero y permaneció parado a un lado del aparato musical, casi arrecostado a la pared.
 "Apagalo", le ordené. Así lo hizo, y después, sin perder tiempo, comenzó a hablar.
-Mirá, se que es una macana lo que sucedió, pero el enano estaba hechando a perder todo. -Ambos miramos al pequeño Ludgüin, apoyado como un titere en el sillón. Si bien su postura era conmovedora, por otro lado era bien sabido que sus objeciones sorpresivas retrazaban cada proyecto, y enloquecían a la furia a varios de quienes integrábamos el grupo de trabajo. ¿De qué proyecto hablo, y a qué grupo me refiero? (Oscar continuó).
-No podemos dejar de lado el motor rotativo, implementar a esta altura uno lineal y fijo a la  célula que tanto tiempo nos llevó, sería como dar inicio a una nueva.
-¿Qué hay con la idea de adaptarlo? (Le pregunté, pues si bien mi tarea en el proyecto del "Ludgüin 12P" era meramente como sponsor y de financiación, también estaba al tanto de algunos detalles técnicos como al que acababa de aludir.
-Tendríamos que corregir enteramente la bancada, desestabilizaríamos el tren de aterrizaje y deberíamos decalar las alas. No hay tiempo ni ganas. El motor rotativo ya fue probado y su fiabilidad es total. -Oscar permaneció mirándome seriamente y sin notarlo, poco a poco fui bajando el arma.
-¿Quienes eran esos tipos?
-El que se llevó el pistón era mi primo, al otro no lo conozco.
-¿Qué hacemos con el enano? (Pregunté haciéndome cómplice del asesinato).
-Nada. Vamonos ahora. Mi coche está en la otra cuadra. Mañana venimos a "descubrirlo" y lo notificamos a la policía. -A esta altura Oscar ajustaba la puerta del ducto, con la manga del saco borraba algunas marcas dejadas por sus zapatos en la pared, y encendía nuevamenet el gramófono. Yo ya había ganado la puerta y al salir escuché nuevamente la obertura de aquel concierto con fantástica vitalidad, pero absolutamenete nula para su escucha.
 Eran las 1544 horas cuando salíamos rumbo a las Colinas del Patriarca y en el movimiento urbano, un tranvía enganchaba mi atención y en su cartel destinatario leía "Fuente del Mamut".
 "Pará, dejame acá", le ordené al delgado Oscar que en algún momento se llevó a la boca un cigarro y su braza se encendía con vehemencia.
 Estacionó de improviso ocasionando el enfado de otros conductores que por la ventanilla le hacían llegar insultos con voz de trueno. Me bajé y por instinto me acerqué a su flanco.
 ¿Con ese pistón estamos arreglados? (Pregunté metiendo las manos en los bolosillos y dando la espalda al tráfico dominguero).
-No te quepa la menor duda. -Me respondió secamente. Atravesé la calle adoquinada y recorrí la pequeña plazoleta diametralmente hacia la parada del tranvía.
 De improviso, y esto fue tan repentino que realmente me causó conmoción, antes de bajar a la calle el auto de Oscar se me atravesó violentamente. Observé su rostro serio y entendí, por más que apenas movió los labios por sostener el cigarrillo en la boca, el mensaje que me pasó en claras palabras:
-Cuidá a mi hermana. -Permaneció mirándome un instante y partió como exhalación. Asentí con la cabeza y permanecí, así, de pie y con las manos en los bolsillos, observando como zigzagueaba hasta desaparecer entre los demás vehículos. Permanecí de pie y con las manos en los bolsillos, temblando como una mariquita. En frente vi detenerse el tranvía, contemplé a la gente subir, y verlo ocultarse detrás de la jorobada avenida. Crucé la calle dispuesto a esperar al próximo aparato que me lleve hasta el Jardín Botánico, más tranquilo y menos tembloroso, pero dispuesto a consentir nuevos caprichos a la impredecible Selly, a sus extravagantes paseos y, por qué no decirlo, a sus pretenciones de fémina.


RV 2014.



viernes, 24 de enero de 2014

Historias aberrantes - Capítulo #1: "Las visitas de Godofredo".

Lunes 18 de abril: Es la trercera vez que sobrevuelo la mansión de los Máustin, y a este punto Godofredo a emergido del bosque, y desde el bosque ensordece el canto de los pájaros. Otra tarde de coloquios secretos a los que el Intendente intentará capturar, indagar, cuestionar: es obsesivo.
 No puedo volver a la base y hacer un informe donde nuevamente escriba que "el sospechoso se ha acercado a la mansión de Piter". Los motivos por los que me niego a hacer esto son dos, pero bien podría reunirlos en uno: el jefe me amenaza con postrarme detrás de un escritorio si no soy capaz de observar nada diferente desde lo alto, y además, que mis reportes no pueden decir siempre lo mismo. Por otro lado su hija Mellinda y yo estamos saliendo desde hace una semana y ella está muy entusiasmada. Yo también, lo admito, aunque también confieso que por momentos me exaspera cuando comienza a hablarme de comadrejas y aves que llegan al laboratorio donde trabaja. Siempre le hago la misma broma cuando aborda el tema: "cuando capture a Godofredo in fraganti, te lo llevo para que lo vacíes y rellenes de algodón". Se ofende, es Taxidermista y me acusa de no respetar su oficio. Sin embargo aprecio mucho lo que hace, gracias a ella y gente que se dedica a lo mismo, podemos ver animales salvajes de cerca, casi en posiciones naturales, que de otro modo sería practicamente imposible hacerlo. (Todavía no me la cogí, por lo que dejen de indagar con la mirada).
 Miércoles 23 de abril: Piter "Capotita" Máustin no ha abierto su ventana hoy, por lo que Godofredo apenas se apartó del espeso follaje. (Debe haber visto los cristales reflejando los árboles y esto no le debe haber causado gracia).
 Jueves 24 de abril: Mi Jefe, el Sargento Lukanor, no ha venido a la base. Aqueja una fuerte jaqueca. Los aeroplanos permanecieron en los angares, nadie se ha movido hoy de la oficina. Según Rosmarie, su secretaria, "en varias ocasiones ayer por la noche ha sido llamado por el Intendente exigiendo se le tenga al tanto sobre el caso Godofredo". (¿Qué hacía Rosmarie en casa del Jefe a esa hora? ¡Ah!).
 Domingo 13 de mayo: Un desperfecto en la bomba de aceite de mi aeroplano me ha obligado a interrumpir el reconocimiento diario sobre la propiedad Máustin. Al virar pude contemplar a Godofredo entre un claro del bosque: parecíe acarrear recipientes de vidrio con gran fatiga. Presté atención a su piel que brillaba de forma particularmente alarmante, me hacía recordar algo. Cuando aterricé en la base, observé los lentes oliva de Ramón, uno de los mecánicos. Los asocié a aceitunas y rápidamente mi recuerdo tomó contacto con Godofredo y encontré gran similitud entre su piel y la de las aceitunas. (Mellinda pasó el fin de semana en lo de su prima Gladise).
 Lunes 14 de mayo: El Intendente envió a su ayudante Luís  a la base. Pasó el día allí, en silencio y expentante. El Sargento Lukanor estaba muy nervioso y en dos ocasiones trató de "Luisito" al bastardo. (Yo tuve día libre y pasé a buscar a Mellinda, fuimos a la fuente de las lanchas y le metí mano de lo lindo).
 Martes 15 de mayo: Ayer de noche se notificó vía telegrama sobre "inquietantes bramidos que surgían de bosques aledaños a la finca Máustin". La policía se hizo presente y desde el portón se alumbró con recelo la zona empleando focos de gran potencia. Nos visitó el "culo-roto" de Luisito: habló con el Jefe durante unos veinte minutos en su despacho. Lo hizo en voz baja, pero alcanzamos a escuchar al Sargento decir algo así como "comprendo de qué se trata" o "me diga de qué se trata". (Mellinda discutió con un colega y de los nervios se le calló al suelo un Mandril bebé sobre el que trabajaba y lo arruinó. No pude verla).
 Martes 2 de junio: Hoy la chimenea de los Máustin escupía humo que parecía una fábrica al tope de actividad. Este reporte fue bien recibido por mi Jefe quien se apresuró a llamar al Intendente desde su despacho, a quien le dijo en varias ocasiones "lo tenemos". (Me acosté temprano, no pude llamar a Mellinda porque hubo corte energético en la ciudad a raíz de una misteriosa sobrecarga).
 Jueves 4 de junio: Godofredo nuevamente se hizo presente frente al ventanal que da hacia el frondoso bosque. Fue de las visitas más largas, y gracias a este detalle no menor, obtuve una gran cantidad de fotografías. Por desgracia, una vez reveladas, dejaron al descubierto la lejanía con la que Piter se aproxima a la ventana: apenas pueden observarse sus bonitos zapatos. (Hoy el Jefe tampoco vino).
 Sábado 6 de junio: ¡Piter "Peluca" Máustin parece tomar la iniciativa: surgió temprano al despuntar el alba desde el bosque! ¡Corrió en línea recta atravesando el basto parque hasta introducirse como un Coala en su guarida! (Nadie vio a Godofredo).
 Domingo 7 de junio: ¡Los acontecimientos se precipitan! Rosmarie fue sesada de su cargo por orden directa del Intendente. (Todos creemos que "Luisito" tuvo algo que ver en esto). Godofredo introdujo su cabezota por la gran ventana de la mansión Máustin. Es obvia la intención de no ser fotografiado ni filmado mientras hablaba con Piter, evitando que expertos puedan leer los labios y así saber lo que decía. (Me enteré por Mellinda que el desperfecto eléctrico del otro día se debió a un gato, que murió calcinado al introducirse en la usina estatal. Tuve ganas de bromear sugiriéndole rellenar con carbón al gato si éste le llegaba a su loaboratorio. No lo hice pues no deseo irritarla: esto solo acarrearía más problemas  a nuestra relación y  alejaría mis posibilidades de clavármela).
 Martes 9 de junio: Una grosera balacera me sorprendió esta mañana al volar sobre la mansión Máustin. Deduje que Godofredo pernoctó allí, puesto que al inicio de las operaciones de reconocimiento (0700 horas), todo permanecía en sepulcral silencio, y a las 1036 horas comenzaron los tiros y al rato Godofredo surgió como una lagartija espantada desde la puerta misma de la casona en dirección del bosque. Probablemente herido, el enorme renacuajo se escabulló con el fin de resguardarse de los impactos de bala. En ningún momento se vio a Piter y tampoco puede afirmarse que haya sido él quien disparó el arma. (Quedé con Mellinda para este viernes: iremos al Parque Anselmi en la tarde, al anochecer iremos al cine a ver "¡Quédate con tu sirvienta!", película de gran taquilla, y por la noche, luego de cenar, ¡casi seguro que me la garcho!).
 Miércoles 10 de junio: ¡El caso "Godofredo" tuvo un desenlace fatal! La Policía inrrumpió en la mansión Máustin a las 0215 horas, luego de que llegara al Cuartel de Bomberos de Pircovt una alarma de incendio en dicha propiedad. Si bien la llamada fue anónima, en un primer momento se sospechó que haya sido realizada por el mismo Piter. En la casona, casi destruida, fue imposible salvar documentos u objetos que pudiesen relacionar a Godofredo y Piter con la red de senadores que pretenden desestabilizar al gobierno Municipal. Pero Godofredo fue encontrado muerto entre el follaje: apenas si pudo arrastrarse dos metros dentro del bosque, agonizante como un Tiranosauro, para quedar inerte bajo bajo el peso abismal de la muerte. Se le practicó la autopsia en el lugar. A todo esto, hoy de mañana se emitía una orden de captura por Piter "Catana" Máustin, la cual quedaría sin efecto a las 24 horas. Yo llegaba tarde después de una noche de sexo agobiante. Mi puesto había sido tomado por un compañero pero apenas sobrevoló zonas aledañas al perímetro de la propiedad Máustin. Me retiré al angar a realizar tareas de mantenimiento en algunos aviones y allí Ramón me puso al tanto de lo ocurrido. No me moví de allí por temor a cruzarme con el Sargento Lukanor. (¡A Mellinda le di duro y parejo!)
 Jueves 11 de junio: La autopsia reveló un aterrador caso de muerte y engaños: a medio digerir, dentro del estómago de Godofredo, yacía una pulpa amorfa que más tarde se desprendió en dos y de la que fueron identificados como Piter "Tachuela" Máustin, de 58 años, y Rosmarie Revellers Chacona de 43 años, ambos solteros. También (y algo derretido por los jugos gástricos), un revólver calibre 38mm con seis casquillos detonados en su tambor. El caso fue cerrado. El Intendente envió a "Luisito" a congratular la labor del Sargento Lukanor. Creí apropiado aprovechar la algarabía para informarle de lo mío con su hija, y esperé pacientemente que el lacayo del Intendente se retirara. Al entrar a su despacho, cambié de opinión. Melancólico, algo ebrio, sentado desprolijamente entre papeles que se desparramaban por el escritorio, desde allí atrás, hundido en su sillón, el Jefe contemplaba una foto de Rosmarie. Las lágrimas le corrían de forma grotesca a los costados del enorme boniato que tenía por nariz, para luego saltar desde el crinado bigote y desaparecer en su recorrido en picada hacia el suelo.
-¿Qué sucede, Telurio? -Me preguntó con tono suave y paternal.
-Nada, Sargento. Puede esperar.
 Hice un gesto con la cabeza y me retiré sin hacer sonar la puerta al cerrarse. No era el momento adecuado, aun si tuviese su aprobación por estar de novio con su hija. Era aberrante la imagen y angustiante verme envuelto en una situación similar, por lo que volqué mi energía al soleado día de "Licencia especial" de la que gozaba todo el personal.
 Brindaba con mis colegas pilotos y con Ramón, me alegraba saber que luego estaría con Mellinda, pero en el fondo, algo me angustiaba. No se si era el llanto mudo de mi Jefe, su postura depravada y entregado a la tristeza más absoluta, creo que no era solo eso. Pero cuando salí de la base y miré hacia atrás, la rotación de la hélice de un avión me dio la pista y llegué, como cuando encontré la similitud entre la piel de Godofredo con las aceitunas, a entender  de qué se trataba. Y era la tétrica y brillante condecoración que el fracasado esbirro lucía en su solapa desaliñada.

RV 2013.