sábado, 21 de septiembre de 2013

La deuda.
-Estuviste de acuerdo cuando te planteamos el asunto, ¿no es cierto?
-Estuve de acuerdo, pero aceptemos que pactamos otra cosa.
-¿Qué cosa diferente a lo charlado?
-Todo... o casi todo...
-¿Todo?
-Casi todo.
-Entonces empecemos por aclarar ese "casi".
-Estuvimos de acuerdo que me reuniría con "él" , cerca de los molinos, al ocaso del martes, ni bien culminase la entrevista con el Señor de Ágabra, y sería mi llegada en carro de dos caballos con custodia del Marqués de Lhújbra.
-Todas las coordenadas fueron correctas, correspondiéndose a lo que vos pediste.
-¿Y por qué los perros, y por qué el viejo de la taberna que conoce al Capellán? ¿Por qué el vestido manchado con estiércol y ese filo helado detrás de las orejas?
-Nosotros no tenemos la respuesta, o si bien la tenemos, se corresponde a lo que solicitaste.
-¡Pues no ha sido lo que he solicitado!
-No ha sido lo esperado, que es muy diferente.
-Por favor, no pueden dar por terminado el trato...
-¿Qué propones?
-Un nuevo intento...
-Imposible, lo sabes con total claridad. No hubo otro propósito en nuestras reiteradas especificaciones que hacerte comprender que el camino es lineal, sin desvíos ni vueltas atrás. Lo aceptaste, te tomaste tu tiempo y
procedimos según tus indicaciones.
-Se lo suplico... no pueden dar por concluida la sesión...
-Él no estaba dónde y cuándo vos te presentaste.
-¡Algo falló, pero no pudo haber sido por mucho! ¡Es posible modificar algún punto, minimamente y allí lo encontraré... por favor!
-Mujer, exigís lo imposible, y complacerte no es un desafío, es solo aquello que no es posible realizar.
-¡No, tienen que escucharme atentamente! El martes el Marqués pudo haberse retrazado... desconozco el motivo... su guardia pudo estar ausente...
-Acércate.
-¡No! ¡Un desvío...el mercado o tropas forasteras de pasada!
-Ven, no puedes oponerte...
-¡No, aléjense, no ire con ustedes!
-Ya estás con nosotros.
-¡Federico, invoco ese nombre! ¡Es el nombre del hombre al que amo!
-Federico puede no existir... ven, tú eres parte de nosotros.
-¡No!
-¿Te das cuente que te concideramos parte de nosotros y no algo que nos pertenece?
-Sin embargo no es cierto...
-Lo que no es cierto, es que aquel hombre logre escucharte, incluso te afirmamos que él mismo ha dado por concluida su búsqueda.
-¡No!
-Lo cierto, lo amenamente plausible y cortés, es tu presencia aquí...
-¡No, por dios, no!
-Mujer, escucha: mil flores se marchitan mientras otras tantas comienzan a abrirse; puede aletargarlas la helada y cercenarlas los cascos de un caballo, pueden ser cortadas y exhibidas ciegamente en un jarrón, o apretadas con furia  en un puño de fuego; como sea, el movimiento es constante.
-¿Nunca volveré a ver a ese hombre?
-Quizás jamás, o posiblemente algún día.
-¿Cuándo?
-Cuando desesperadamente se vuelva a hurgar en la oscuridad siguiendo tus pasos, y se guíe, aunque con más fortuna, como vos lo intentaste violando el sacrílego lumbral al que ahora vuelves a atravesar, ¡siempre cálida y bondadosa mujer!, desde donde nosotros te apoyamos y vimos partir.

RV 2013.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Puñales en el aire.
 Se alejaban temprano en la madrugada, con ecos de aljibes y soplidos de inquietos truenos.
 Aquella tarde, mientras barría las hojas del parque, tuve una intrusa visión que se coló por entre las ramas peladas de los árboles. Y soñé con sus estelas de vapor por el firmamento, sus narices de dagas, sus decididas posturas de pez.
 El juego transcurrió con el aliento de la tarde. De los balcones caían las flores en cascadas, y por un momento pensé que las casas estaban colmadas de estas y las vomitaban como los pistones expulsan el amargo relámpago en sórdidas bocanadas de humo.
 Luego, durante la noche, los imaginé carreteando por infinitas pistas, cientos de ellos  (por más que me es difícil fijar la atención en más de uno a la vez).
 Tapizan mi cuarto y se evaden dinámicamente.
 ¡De sus troneras fuego y sus alas cortando las nubes, gruñen y en mis retinas descansan fundidos en sueños sin tiempo y medida!

?RV.

martes, 2 de abril de 2013

¿Qué premeditas?
 Escondido tras la mirada de un pájaro exhausto de viajar, entre codiciosos movimientos que traen del mar la henchida red, así, fantasmal como el reflejo en la espumosa cresta de las olas abandonadas por la luz, así pareces premeditar algo.
 Confuso se ha vuelto el viento y también confuso es el andar de la tripulación sobre la cubierta y trepadaa los obenques. Se recojen velas, se tensan aparejos, del mambrú se desprende un débil humo gris que en estúpido baile parece volver sobre sí mismo.
 He intentado acercarme a ti para conocer las palabras tenebrosas que tantos te atribuyen, pero como un manual técnico, solo das recomendaciones pertinentes.
 No paro de observarte y pensar que algo premeditas, en complicidad con algún demonio de sal o tan furtivo cual predador de las profundidades.
 Calma chicha. Es posible sentir crujir la madera al hamacarse la goleta, calma chicha. Tres partimos y solo una queda. El nuestro, bienaventurado bajel, no quiere sentir hablar a los dos sobrevivientes de los terribles naufragios. A mí ya no me espantan sus balbuceos, porque el miedo, cuando atropella el aire y te eriza al tocarte, se hace un molesto acompañante.
 ¿Qué premeditas? ¿Acaso sabes de los motivos que hicieron volver locos a dos de nuestros mejores marinos?
 Se ha secado la marca que el porrón de ginebra ha dejado sobre la mesa, temo que del mismo modo, naufraguemos y apenas rastros de objetos danzando en remolinos de la inmersión sean , por un momento, las señales de nuestro trágico destino.
 No creo en una aleta odorsal con espinas cual espadas cobrizas, no creo que su altura supere la del palo mayor de la "Tatkiana", y que su andar supere en tantos nudos al nuestro.
 Espero, solo eso hago. Sin viento, con el mar acorralando el pavor de todos, espero que digas lo que por los pocos dientes que se te aferran pueda surgir.
 El Contramaestre se pasea con su sextante en la mano. Caliente se oxida el bronce apretado en su puño.
 Si estos apuntes sobreviven al viaje, entonces solo así alguien los leerá para apagar el lamento de quienes sobre el Tatkiana hemos estado, y como enjambre del terror, sobre el aire vacío donde se sumerja, haya quedado.
 Son horas atroces sobre el plano de agua. La noche se traga al cielo y al mar, y el viento frío expulsa al cálido.
 Un hombre se acerca al traidor, lo ilumina con un farol de aceite, titubea, se mantiene un rato parado frente al hombre lagarto que yace sentado en proa, mirando hacia popa. Parece recriminarle algo, luego se va y el demonio no lo sigue con la mirada. Permanece con el rostro volteado al suelo. Algo premedita y no soy el único que lo sabe.
 De repente, en macabro chapuzón parece inclinarse la nave mientras algo terriblemente grande raspa el casco y se siente pasar debajo nuestro, escapando en la inmensidad del océano. Volverá, y eso no es una simple conclusión. Alguien grita y señala al agua, el hombre reptil ha desaparecido y ahora la acción se corresponde a la de una pesadilla.
 De pie escribo las últimas palabras antes de que la oscuridad nos envuelva, han ordenado apagar los faroles. En un frasco vacío y cerrado descansarán los escritos, tan vacío y cerrado como la noche y el hondo suspenso que el miedo abre en el agua, en silencioso recorrido hacia nosotros.
RV 2012.