domingo, 20 de diciembre de 2015

lunes, 23 de noviembre de 2015

sábado, 26 de septiembre de 2015

viernes, 11 de septiembre de 2015

domingo, 5 de julio de 2015

domingo, 15 de marzo de 2015

miércoles, 25 de febrero de 2015

Historias aberrantes - Capítulo #10: "La casa verde".
 Ayer pensaba en la casa verde, entre las dunas forradas de plantas y el cielo nublado que se apoyaba humedeciendo la imagen y resplandeciendo los colores. Pensaba en lo que me dijiste, o, mejor dicho, insinuaste en palabras que se detuvieron marginales en una oración sin punto; como un tren llegado a destino por inercia, donde las vías dejaban de existir y el terreno pedregoso lo frenaba... bondadoso con la máquina inerte, cuna de una insólita muerte.
 Creí sentirte decir, una noche, mientras las gotas de vino se aferraban a las paredes de la copa y oscilantes en la luz de la leña se escapaban al fondo buscando intimidad en el homogéneo disco oscuro, que ya veías lejano un nuevo amanecer juntos, y eran números tachados sobre almanaques secos.
 Pensé en armas secretas capaces de tender un manto de niebla donde la confusión te adormezca, y quizás allí, creo que solo bajo esta circunstancia, hablarte al oído suavemente, pausado, implorándote que no me dejes y alertándote de consecuencias deprimentes y odiosas.
 Pero la casa verde me contuvo silenciosa y áspera en el vacío de un amanecer sin nubes, y cuando ellas volvieron en la tarde, comprendí que te habías ido para siempre, y estaría naufragando entre tus olores y caricias (contactos cotidianos de hábitos congruentes, para mi siempre caricias), hasta que la confusión me lastime casi sin remedio.
 Volví una y cien veces sobre tus pasos y pensé retener tus pies contrastados en el suelo negro de una madera indefinida y sorda. Pensé que podrías estar muerta, pero cuando este turbio mensaje me intimidaba en la noche, te imaginaba haciendo algo, y la contradicción me obligaba a abandonarte en un presente mágico y sin retorno a capítulos anteriores, un libro que al leerse descompone cada párrafo que los ojos transitan.
 Ordené mis cosas y partí de allí. Convencido de estar en la atmósfera envolvente de una tormenta de verano, en las caras de un cristal de arena que se adhiere a tu cuerpo al salir del agua, en insectos perseguidos por la lluvia que sobrevuelan tus melancólicas posturas de hembra en sueños de mares y costas desiertas. Creí que esta imagen me era familiar y la reconocí entre tantas otras en una mañana que corrí a avisarte que, en la casa verde de la playa, los teros se habían ido definitivamente. Un presagio que no pude decifrar.
 Entonces tomé mis cosas, ordené la casita verde y la cerré con un remolino de recuerdos que tenebrosos se aquietaban unos encima de otros, despojados de tu manualidad y de tu aliento.Fui a tomar el ómnibus pero recorriendo la orilla, muy temprano en una mañana fría y dura como la que en tantas ocasiones maquillaron naufrágios y travesías dolorosas. Me acompañaron algunas gaviotas en mi torpe caminata, pero fue recién cuando sentí el agua espumosa salpicarme las rodillas, que me estremecieron lágrimas saladas y tibias que corrían al suelo, aferradas desesperadamente a lo que pueda haber quedado de tus huellas.

RV 2015


miércoles, 4 de febrero de 2015

Historias aberrantes - Capítulo #9: "Tras sus huellas..."


 En ágil carrera se empaña contra vidrieras y celosías inquietas, ilusión perenne, estática por momentos, inmersa en la más absoluta desconfianza. Tras ella se alza cual ola la adiposa  presencia de quien lo vio todo y exige una respuesta... La mujer deja atrás pueblos y bañados que diseminados por el mapa apenas se señalan con diminutas  salpicaduras de tinta.
 La costa, allí encontrará refugio y consuelo. "Soñada costa a cualquier costo." Por el momento solo basta con protegerse a sí misma y mantener su conciencia silenciosa, como un baúl que esconde recuerdos tormentosos deducibles en detalles sutiles pero precisos.
 En su obsoleto nimbo se esparce una flagrante rebeldía que la impulsa a sostener los motivos de un desenlace tan funesto. "Lo quité de mi camino, pesado y brutal escollo que atormentaba mis sueños y postraba mi vida en torpes, egoístas concesiones."
 Escapó ilesa de su propio pánico y descubrió, al cerrar postigos y puertas, que siempre había sido terca en su delicadeza, como flores crecidas enmarañadas entre ramas y espinas.
 Vidrieras y celosías inquietas indagan, se mueven y persiguen como abejas, una obsesión que en remolinos escapa al tráfico compulsivo.
 "Tras tus huellas, porque desde mi ventana vi lo que hiciste."
 Transcurridos varios kilómetros, el cigarro húmedo entre los labios y sin encender, la trajeron al sollozo que el error peina entre los escombros de su plan. "¿Un error? ¿Fue un error no encender la estufa a leña?" Comprende que debe ser corregido, como un tutor a una planta, es necesario rectificar lo que ha quedado suspendido en el devenir de las horas, quizás días...
 Vuelve sobre sus pasos, en vertiginosa maniobra que la mecánica avala. Cambia de senda, tan repentinamente que cruza a su perseguidor que ignora el fugaz encuentro.
 El tiempo le hará comprender que, por algún fenómeno nunca advertido, perdió el rastro de su presa, y ahora la noche lo envuelve entre destellos de la carretera. El hombre siente la burla y el odio en el medidor del combustible que ha bajado al mínimo. Piensa, a un lado de la carretera, piensa. Cree que alguien como aquella mujer, aventurada a una empresa premeditada y tan arriesgada, pudo haber previsto lo sucedido; donde un casual testigo la persiguió conciente de que un error por donde a través de una ventana presenció un asesinato, quedaría relegado al olvido fantasmal de aquella carrera, al fijar sus atención donde no debía fijarla.

RV 2015