jueves, 8 de septiembre de 2011


Ella estuvo aquí.
Exaltado por la carrera frenética de su mascota Luís, Marcel abrió la puerta, y sin dejar escapar a la bestia, se introdujo en la casa entre gruesos suspiros de su boca de pez.
-Calmáte, bruto, calmáte. -Dijo quejosamente sosteniendo con una mano la correa y los lentes, mientras con la otra secaba el sudor de las empañadas ópticas con el saco.
-Calmáte, boludo, que ahora no hay que hacer ruido. -Replicó.
El león, extrañado por la cautela de Marcel dentro del hogar, se sintió invadido de cierta ansiedad, percibió el hambre como un deseo potable para alguien de su importancia, y volviendo apenas la cabeza hacia su amo, lo esperó con pasos de algodón.
-Aguantá que puede estar esperándome, y si le doy la oportunidad me va a cagar.
Marcel se detuvo y sostuvo la correa tenza y en alto, como dándole a entender a Luís que se mantenga alerta. Trató de controlar la respiración, pero el plato con restos de fruta en el piso de la sala principal, lo sobresaltó temiendo encontrar en él el significado de aquel día.
-Ella estuvo aquí. -Susurró. No había motivos para pensar lo contrario.
Mantuvo nuevamente al animal en sus sitio con verdadero esfuerzo y velozmente condujo su mirada hacia la puerta entornada de la cocina. Así se mantuvo unos minutos. Buscaba el menor indicio de su presencia, y un posible nefasto encuentro, lo paralizó como a un ancla que toca fondo. La mano derecha, helada, se dirigió lentamente al bolsillo del saco y extrajo una navaja. Automáticamente la abrió durante el recorrido desde el bolsillo al flanco de su pierna. Tieso el brazo izquierdo, y estirado cual lanza, adelantó la correa con fuerza pero de forma casi imperceptible, más hacia arriba que hacia adelante, intentando despertar en el bruto animal la perversa estrategia de ataque, eléctricos movimientos casi inmersos en el miedo y el deseo. Nunca sin dejar de mirar hacia la entrada de la cocina, dio un paso y como por onda expansiva se adelantó luego el león que se dirigió en linea recta a la puerta, con un trote corto y dinámico, dejando la cabeza a la altura de la espalda cual prolongación, y apuntando las orejas hacia el objetivo. La bestia se detuvo frente a la entrada y sin bacilar introdujo la cabeza en la pieza apenas desplazando la puerta. Una vez dentro su peluda y robusta cabeza, el delgado cuerpo la siguió con la soltura de una anguila al nadar.
-Marcel, encerrá al bicho en la cocina y largá el cuchillo. -La voz de hembra asustada le produjo a Marcel más miedo, y a la frase de la mujer, su espalda se fue erizando, ganando cada sílaba alguna vértebra. Una 9mm de modernas líneas estaba sujetada por Nhorga, y lo apuntaba con la precisión que puede ofrecer varios ángulos de tiro.
-¿No me oís? Que dejes a Luís encerrado en la cocina y tires el cuchillo al piso. -Como en cámara lenta, Marcel obedeció, observó dramáticamente desaparecer el extremo de la correa en el suelo, mientras cerraba la puerta.
-Sabía que estabas acá. -Dijo suabemente el hombre, como dando a entender que su crítica situación no era tal, y que, por el contrario, el suave tono intentaba no alarmar al animal.
-Marcel, tirá el cuchillo. -La navaja cayó ni bien ella terminó de hablar.
-Marcel, lo que hiciste solo se paga de una forma, vos lo sabés. -El hombre permaneció en silencio, sin mirar el arma ni a los ojos de la mujer. Digamos que su mirada se dirigía al cuello o al mentón de Nhorga.
-De esta no te podés escapar porque no existe esa opción. Hay una sola reacción a lo que hiciste, y estoy cien por ciento convensida de que así debe ser.
-Lo siento, pero a mí nadie me pregunta cómo estoy o cómo veo las cosas... -Contestó él. -Solo una palmada en el hombro o el rebote sin disimulo de la mirada de todos. Me dejan el portón abierto y yo no quiero encerrarme, no me gusta...
-Luís mató a ese hombre. -Interrumpió la mujer.
-No lo conocíamos, entró y Luís hizo cosas de animal, ¿qué esperabas? -Dijo Marcel acongojado, aplicando cierto sentido común, una obviedad que haga dilatar el tiempo y pensar cómo escapar de aquella situación.
-El tipo trabajaba en una farmacia, entregaba un pedido y confundió la dirección. Justo estabas vos ahí: justo es que pagues. El barrio entero sospecha, pronto darán con nosotros. -Con movimientos notoriamente premeditados, Nhorga se desplazó hacia el ingreso de la sala, como cumpliendo sistemáticamente con el protocolo de ejecución. Permanecieron un instante en silencio, luego la mujer describió un ángulo de noventa grados con el brazo erguido hasta quedar apuntando al hombre. Marcel confundía la escena sin comprender hasta qué punto la tragedia lo incluía solo a él, cuánto a Nhorga y lo que implicaría en el destino de los demás conocidos que ignorarían el asesinato, que la Secta jamás dejaría al descubierto su inefable concepto del castigo, que alguien como él, contagioso de humor para con sus Hermanos, sería ajusticiado por un error.
-"Mal de los males." -A las palabras de la mujer, un sordo disparo perforó el pecho del hombre. Empujado con violencia, golpeó la puerta para deslizarse y caer dando primero con un omóplato en el pestillo, luego las gruesas rodillas en el suelo, y después el desmoronamiento frontal e inanimado de su masa entera.
El sonido a campanita del casquillo contra un escalón anticipó el derrumbe de Marcel, pero quedó retumbando por toda la sala, flotando en el espeso humo de la detonación. La mujer movió el pestillo de la puerta de la cocina dejándola apenas entornada y se dio a la fuga rápidamente, levantando el casquillo con un pañuelo en un movimiento quirúrgico a la pasada. Quedó detrás de la cortina de humo, en la penumbra de la puerta de entrada que vuelve a cerrarse, y el golpe a baúl que la pone nuevamente en contacto con el soleado mundo exterior.
Luís permanecía en el balcón pues había encontrado una hoja de las grandes ventanas abierta, y se acostó al sol sobre las baldosas calientes. El disparo apenas le había llegado como un rumor lejano en medio del sonido convulsionado de la ciudad y del incesante semáforo que en la esquina obligaba a las constantes manadas de motores a detenerse y partir.
El cuerpo de Marcel yacía extendido sobre el suelo, perdiendo temperatura lentamente, y esperando, por un normal y complejo ciclo de la naturaleza, que la bestia tenga hambre y se apodere de él.
RV 2009.