jueves, 5 de julio de 2018


Pingusio  #03: "¡Esa casa le queda muy chica!"

Un resplandor ganó la atención de Pingusio en pleno vuelo, y como había hecho pequeños intervalos entre planeo y planeo para mirar las estrellas durante la noche, decidió pasar en una volada para ver de qué se trataba aquello. Una serpiente de tamaño gigantesco, yacía enroscada en el suelo. Cerca de ella, una extraña construcción que asemejaba a la estructura de una catedral y un edificio con techos rojo, ambos, muy pequeños en relación con el ofidio.
 Pingusio describió un par de círculos y la serpiente le observó casi de inmediato. El brillo de sus enormes ojos le delató el motivo de aquel resplandor en la lejanía. Antes de posarse, Pingusio quiso corroborar de que no se tratase de un animal agresivo, por lo que permaneció revoloteando alrededor de la serpiente.
-¡He, amigo, venga a conocer mi palacio! -Le gritó la víbora mientras le seguía con la mirada, apenas moviendo la cabeza sobre su cuerpo arrollado. Pingusio se detuvo en el aire y en repetidas ocasiones enfocó las construcciones y a la serpiente.
-¡Sir Robert  Johnson! ¿Con quién tengo el gusto? -Pingusio no respondió, porque, ¿de qué servía saber el nombre de alguien que no se sabe cómo es? El animal permaneció en silencio un rato, pero inmediatamente dio a entender que estaba decidido a reiterar su oferta.
-¡Le invito a conocer mi palacio, seguro quedará deslumbrado por su formidable tesoro que hace honor a los oficios decorativos más sublimes que haya alguna vez admirado!
Pingusio conocía cosas de valor, con trabajos de gran calidad y asombrosa elaboración. No estaba dispuesto a adentrarse en un lugar desconocido donde, no cabía la menor duda, estaría solo, porque la víbora no entraba por ninguna abertura. ¡No!
-¡Escuche, -prosiguió, -no acostumbro a invitar a nadie a mi hogar si no me inspira confianza y bondad como usted!
Para Pingusio la cosa ahora estaba menos clara que al principio: él, Pingusio, podía transmitir confianza como lo puede hacer un ventilador o una cafetera, ahora, lo que se dice "bondad",  estaba en duda absoluta. No porque Pingusio no fuese bueno, que lo es, sino porque tiene menos expresividad que un paraguas, y no era de confiar alguien que le atribuía valores que difícilmente pudiese destacar.
-¿Qué sucede, acaso no se anima?
-¡Esa casa le queda muy chica! -Respondió Pingusio , dejando de lado de que se tratase de animarse o no a una visita, cosa que parecía más un desafío a una prueba macabra. La serpiente se mantuvo bamboleando su cabeza lentamente, era obvio que lo dicho por Pingusio no le había gustado nada. Pero notó Pingusio que la serpiente, en su cabeceo tonto, se agachaba lentamente, y cuando descubrió la verdadera intención de la víbora, ésta dio un fuerte salto que la lanzó como estampida. Pingusio la esquivó, y no sin arriesgar piruetas en picada, se mantuvo revoloteándole tan cerca, que por momentos la rozaba con la punta de las alas.
La víbora se desesperó, y la ira le forzó a movimientos de gran violencia con repentinos cambios de dirección siguiendo el vuelo vertiginoso del pájaro metálico. Cuando Pingusio notó que los corcoveos de su agresor se repetían sin lógica ni agilidad, y sus reacciones por momentos eran prácticamente opuestas hacia donde en realidad debía dirigir los ataques para logra efectividad, entonces decidió elevar la cota y dejar atrás a la serpiente verde. La observó cómo se retorcía groseramente enredada entre los pilares de la extraña construcción hueca, y así, en medio de una polvareda descontrolada, la dejó en la superficie del desierto hasta ser un borrón en la arena.
 Estaba convencido de que aquello era una trampa con forma de pajarera, o algo por el estilo, y que la víbora engañaba a sus víctimas con una invitación a un palacio imaginario. También estaba seguro que por allí no volvería a pasar y tenía bien marcadas las coordenadas en su mapa mental. No lo haría por temor a que la serpiente tuviese otro arrebato violento e intentase capturarlo, sino porque, estuvo a tan solo segundos de aceptar la oferta. Porque Pingusio es curioso y chusma como pocos, y de encontrarse nuevamente frente a aquella situación, estaría dentro del palacio, husmeando en cada habitación, admirando muebles, molduras, tapices y mármoles, hasta que, al final de un corredor y de frente a una enorme ventana, la incrédula serpiente le diría que estaba perdido y lo devoraría, sin percatarse que tragarse a Pingusio, sería como tragarse un candelabro.

RV 2018.


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