martes, 20 de marzo de 2018


2017 - Postales del Ark # 06: "Antes de partir"

-¿Y luego qué piensas hacer?
-Solo retornar, enseguida, a ofrendarte en agradecimiento, solo eso...
-Pero no pido ofrendas, no las he necesitado nunca, quizá sea esa mi gran diferencia y, muy probablemente, motivo de confusión entre ustedes.
-¡No, no es para todos igual, no somos todas iguales!
-No te sulfures, que en tantos siglos he apreciado tantas similitudes, que por momentos dudo si las historias no son siempre las mismas.
-¡No... mi señor! No... le aseguro que no es así. Es posible, no lo dudo ni contradigo, que las similitudes sean muchas, desde siempre, pero existen las excepciones, hay sucesos y contradicciones, también, que escapan a esta triste realidad.
-¿Por qué "triste"?
-Porque, de lo contrario, de no seguir siempre este destino casi marcado, entonces, se sentirían más voces que desafíen al poder tedioso y des conexo con la vida de todos...
-¿Qué sucedería si no vuelves y la espada se pierde?
-Esto no debería ocurrir, es una probabilidad muy remota... no la baraja nadie...
-Pues yo sí la barajo, y me inquieta.
-Usted, mi señor, usted... naturalmente debe considerar todas las posibles, alternativas...
-Tú no puedes protegerte ni proteger a esta espada.
-¡Señor! ¿Por qué me exige lo que a otros no?
-A otros ni me he tomado la molestia de recibir, ni de escuchar.
-Mi señor, cuando desde la ladera sombría de los montes incendiados se emprendió la reconstrucción de todas las aldeas, cuando se pidió hasta el hartazgo a los dueños de colinas circundantes el estrecho pasaje del río para bañar la riba cenicienta, y se precipitó al combate ante la negativa salvaje y criminal, nadie se hubiese jugado por nosotras ni un escudo, sin embargo nosotras los superamos y siempre estuvimos convencidas de la victoria, por dura que se presentase.
-Cierto. ¿Están aun convencidas de la victoria?
-Señor, completamente. Estoy aquí, agradecida por la posibilidad que me ha otorgado, y de la que pocos se han hecho afortunados. Me dispongo a partir, sólo con su consentimiento, y volver  tan rápida como el viento a depositar entre las entrañas de esta colina, la espada que imploro me preste.
-Arlo, mi fiel y pequeño escolta, no ve con buenos ojos tu empresa. Permíteme darme el lujo de encontrar entre sus dudas ecos de alguna pesadilla consumada que me destinó a batallas sin descanso, sólo para salvar a egoístas que pendían de mis palabras, y de las que, para proteger, he debido sacrificarme por estos traidores.
-¿Por qué traidores, Señor? ¿Acaso no le formularon su plan de guerra y usted lo abaló?
-Me formularon un plan de guerra que no había sido diseñado por ellos, que arrebataron a quién sabe qué gente, y por no conocer más que sus palabras de memoria, cuando el combate se entabló y nubló las comarcas, poblados e islas, el estrépito de la ruina los avasalló y yo fui acero en todas partes hasta que el enemigo se retiró, agonizante y desconsolado. Con el acero salvé mis palabras y terminé con la de los traidores.
-Yo no soy traidora.
-Puede que no, pero puede que entre las tuyas, las haya.
-Los traidores están en todas partes, y son consecuencia de conclusiones erróneas, donde se permite hacer lo que no se debería. Ellos, los traidores, pueden llegar a serlo sin saber que esta condición no les es inalcanzable.
-No, están en todas partes y son desde un principio traidores. Ahora vete, no te llevarás la espada. Mañana volverás, te estaré esperando, y antes de que des el nombre de quien te haya traicionado, antes de que yo pueda repetirlo mentalmente mientras de tu boca salga, recordarás este preciso momento: en el que ella se escapa a caballo, trepando por la ladera donde la cascada, que abre un claro entre los frondosos arbustos, nunca para de gemir.

RV 2018 

 

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