domingo, 17 de abril de 2016


Retractos # 20: “Romualdo

 Me decía entonces:
-“Ugna sul ponticello”, sin “loco”, si apenas podés percibir un movimiento en mi mano.
 Y estaba en lo cierto, y también lo estaba al combinar uña y yema del dedo, de cada dedo, con el control de una lengua.
 Romualdo interpretó a los más excelsos compositores de guitarra romántica que existieron, en excelentes conciertos y otros bastante cuestionados. Estos últimos, donde el abordaje de cada pieza difería diametralmente opuesto a como generalmente se hacía, generó muchas diferencias entre los críticos y expertos. En su mayoría, los comentarios descalificantes oscilaban entre el “absurdo” y la “falta de respeto total hacia el compositor”. El hecho concreto, es que Romualdo consideraba la partitura como un plano para armar, y a través de especificaciones como apoyaturas y caracteres interpretativos sugeridos por su creador, mi maestro encontraba un abanico de posibilidades de apreciación, que por momentos, eran absolutamente contrarios a los que allí se encontraban escritos. Interpretó Tristes con el carácter fresco y colorido de un Allegro; conmovió a sus escuchas con Guigas de una lentitud conmovedora; toco Fugas en compases tan extravagantes que por momentos las voces parecían discusiones disonantes y peleadas entre sí…
 Había dejado de utilizar las barras de compás, a las que siempre había considerado sumamente condicionantes: -“Ves, –me decía –el pentagrama tiene las diferentes calles por donde corren las notas, y las barras de compás son vallas de contención. Yo no las respeto y se las quito, porque el que está en la pista soy yo, y armo mi recorrido como a mi me place”.
 Siempre compuso sin barras, apenas sugería para la interpretación algún “aire de”, porque creía que a la hora de la ejecución, era imprescindible ser sincero y fiel al estado anímico con el que se abordaba la pieza. Así es que, en cada concierto, aun manteniendo un mismo programa, cada obra se interpretaba de forma diferente, a veces con alteraciones casi imperceptibles.
-Usted con sus interpretaciones termina por desfigurar la obra original, y en definitiva, hacer otra cosa completamente diferente a lo que su creador propuso. –Le increpó un crítico especializado en una entrevista.
-Excelente definición, -le respondió Romualdo, -sobre una propuesta opto por lo que considero como interprete hacer, ya que no es mi obra.
 Por fortuna sus seguidores fueron bastante más creativos en su postura que los detractores, y si bien en su vida de concertista, como compositor e interprete, sufrió mucho el vacío y destrato de los medios y mundito académico de momias, su obra perduró con fuerza arrolladora al punto de ser hoy, cuarenta años después de sus composiciones más importantes, repertorio ineludible de concertistas de guitarra.
 Pero una de estas grandes composiciones, de las que indudablemente las demás piezas se desprenden como “frutos que caen a la tierra”, fue el Concierto # 3 para guitarra “Llanto”.
 Estando una vez en su estudio, tomando clase con otros compañeros, una mujer, también guitarrista, le preguntó con gran naturalidad:
-¿Por qué “Llanto”?
 El maestro la miró algo sorprendido, luego adoptó su postura cabizbaja que a la hora de tocar le amoldaba todo el cuerpo en torno al instrumento. Permaneció así cerca de un minuto, haciendo pequeños cabeceos afirmativos, con la mirada perdida en el suelo.
-Porque el llanto nos es común a todos, y en su desahogo, los motivos pueden ser tan antagónicos y efímeros como sentidos y desconexos: lloramos por estar alegres o tristes, por desencanto o felicidad. Como sea, esa es nuestra verdadera interpretación de la vida, la pasión por la que vivimos o ya no deseamos vivir tanto. El llanto es la composición, y será por cada nota, cada lágrima, que corra esa vibración fantástica a la que llamamos “música”.

RV 2016    


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