jueves, 14 de agosto de 2014

Historias aberrantes - Capítulo #5: "Requiescat in pace".
 Huyendo de la terrible ofensiva, que todo lo apisonaba entre cenizas y lodo, escapando a las trampas de chatarras retorcidas por el fuego, los tres hombres encontraron refugio en un oscuro galpón. Aún en pie, con sus cuatro paredes y techo a dos aguas prácticamente enteros, la construcción de madera dejaba entrar la luz entre los tablones rajados y perforados por impactos de balas.
 Sin mediar palabra, los hombres se arrojaron sobre un montículo de paja y maderas diseminadas dramáticamente. A pesar del estruendo terrible de los disparos de proyectiles y cohetes que pasaban lamiendo la opaca construcción, ensombrecida más aún por las columnas de humo en movimiento, los hombres se durmieron profundamente oprimidos por el agotamiento. Los últimos aviones de ataque a suelo pasaban zumbando sobre el suelo calcinado para perderse en dirección hacia donde ellos al principio corrían, tras los pasos de los demás soldados y vehículos que también escapaban.
 Hubo una pausa quizás exquisita como el más sabroso y fresco fruto. No había interferencias entre el mundo soñado y el árido entorno que envolvía al mismo tiempo.
 En el sueño los hombres parecían sumisos a un extraño poder bondadoso y cálido, pero que enrarecía la atmósfera con los temblores del rigor y el miedo. Se entregaban, pues nada más podían hacer, a la fuerza que los mecía como ramas por la brisa.
 Un sueño se escapaba y las imágenes hacían confuso el escenario que, si bien no causaban verdadero bienestar, los inducía confortablemente entre oscilación y oscilación donde el panorama se deterioraba.
 Una joven se hacía presente dentro de un galpón, que fácilmente podía deducirse era en el que se encontraban en ese momento. La chica, de unos dieciséis años, portaba un candelabro, el cual mantenía con las velas a la altura de la frente, lo que ilumunaba su rostro plenamente. Sus rasgos eran bellos por más que su seño fruncido parecía contener furia. Detrás de ella, la luz del día daba plenamente, pero sobre un mar infinito, calmo pero en movimiento. A ninguno le pareció extraño que allí no hubiese campo, pero en el momento que intentaron incorporarse la muchacha dio un enérgico paso y se frenó desafiante, dando a entender que les cortaba el camino. Tenía un arma en la otra mano, la cual apuntó hacia un costado y allí, como por un extraño efecto lumínico, apareció un bulto oscuro, una persona arrollada, un hombre muerto. Los tres hombres, aun sobre la paja reseca, contemplaban la escena como simples espectadores. Entonces el hombre muerto se alzó de forma ilógica quedando en pie, al tiempo que de su pecho se desprendía materia y humo cual impacto y de allí se proyectaba hasta el revolver de la joven, penetrando por el caño y arrastrando una llamarada fugaz que también se introdujo en el arma. Su dedo, el que gatillaba, volvía asu posición estática sobre el gatillo.
 "Con esta arma aspirarán la muerte sobre cada persona que yace tirada sobre el terreno", dijo la muchacha, volteando en ágil pirueta el revolver y tomándolo por el caño. Así lo ofreció a uno de ellos, y así, por la culata, el soldado lo tomó como si se tratase de un objeto extraño. La chica y el hombre revivido se marcharon dando la vuelta en la enorme abertura que hacía a la entrada y desaparecieron sin ser vistos siquiera por entre los espacios de las tablas rotas. El agua parecía embravecerse y ahora las olas corrían con mayor celeridad.
 Cuando el hombre que empuñaba el arma se incorporó, esperó a que su compañero también lo hiciera, y aunque con mayor esfuerzo, al instante estuvo parado a su lado.
-Él está muerto, se murió dormido. -Le  comentó su compañero, mientras mantenía el arma apuntando el suelo. Permanecieron observaron al hombre que en la posición que se encontraba era en la que había caído. Por un momento dieron vuelta la cabeza hacia atrás, para prestarle atención a las tempestuosas aguas que comenzaban a arrastrar ramas y objetos comunes. No parecía crecer si bien su caudal se apreciaba severamente aumentado.  El hombre del arma pensó en si lo ocurrido anteriormente se trató de un sueño, y de haber sido asi, hasta qué punto creer en que su compañero hubiese visto lo que él vio con la chica y la implosión del arma. Pero el otro lo observó a los ojos, luego contempló el arma y volvió la cabeza hacia el compañero muerto. Entonces el arma estaba allí y era reconocida por ambos, lo que afirmaba la idea de que la escena de la muchacha y el cuerpo que se alzó fuese común para los dos. Esto, con el transcurso de los minutos se hizo evidente, por más que la corriente de agua se había vuelto ensordecedora y los distraía de a ratos, pero solo quedaba una duda flotando en el espacio dentro del maltrecho galpón: si apuntar al soldado muerto antes, o esperar a que se levante primero.

RV 2014.



No hay comentarios:

Publicar un comentario