sábado, 7 de septiembre de 2013

Puñales en el aire.
 Se alejaban temprano en la madrugada, con ecos de aljibes y soplidos de inquietos truenos.
 Aquella tarde, mientras barría las hojas del parque, tuve una intrusa visión que se coló por entre las ramas peladas de los árboles. Y soñé con sus estelas de vapor por el firmamento, sus narices de dagas, sus decididas posturas de pez.
 El juego transcurrió con el aliento de la tarde. De los balcones caían las flores en cascadas, y por un momento pensé que las casas estaban colmadas de estas y las vomitaban como los pistones expulsan el amargo relámpago en sórdidas bocanadas de humo.
 Luego, durante la noche, los imaginé carreteando por infinitas pistas, cientos de ellos  (por más que me es difícil fijar la atención en más de uno a la vez).
 Tapizan mi cuarto y se evaden dinámicamente.
 ¡De sus troneras fuego y sus alas cortando las nubes, gruñen y en mis retinas descansan fundidos en sueños sin tiempo y medida!

?RV.

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