Retractos # 20: “Romualdo”
Me decía entonces:
-“Ugna sul
ponticello”, sin “loco”, si apenas podés percibir un movimiento en mi mano.
Y estaba en lo
cierto, y también lo estaba al combinar uña y yema del dedo, de cada dedo, con
el control de una lengua.
Romualdo
interpretó a los más excelsos compositores de guitarra romántica que existieron,
en excelentes conciertos y otros bastante cuestionados. Estos últimos, donde el
abordaje de cada pieza difería diametralmente opuesto a como generalmente se
hacía, generó muchas diferencias entre los críticos y expertos. En su mayoría,
los comentarios descalificantes oscilaban entre el
“absurdo” y la “falta de respeto total hacia el compositor”. El hecho concreto,
es que Romualdo consideraba la partitura como un plano
para armar, y a través de especificaciones como apoyaturas y caracteres
interpretativos sugeridos por su creador, mi maestro encontraba un abanico de
posibilidades de apreciación, que por momentos, eran absolutamente contrarios a
los que allí se encontraban escritos. Interpretó Tristes con el carácter fresco y colorido de un Allegro; conmovió a sus escuchas con Guigas de una
lentitud conmovedora; toco Fugas en
compases tan extravagantes que por momentos las voces parecían discusiones disonantes
y peleadas entre sí…
Había dejado de
utilizar las barras de compás, a las que siempre había considerado sumamente
condicionantes: -“Ves, –me decía –el pentagrama tiene las diferentes calles por
donde corren las notas, y las barras de compás son vallas de contención. Yo no
las respeto y se las quito, porque el que está en la pista soy yo, y armo mi
recorrido como a mi me place”.
Siempre compuso sin
barras, apenas sugería para la interpretación algún “aire de”, porque creía que
a la hora de la ejecución, era imprescindible ser sincero y fiel al estado
anímico con el que se abordaba la pieza. Así es que, en cada concierto, aun
manteniendo un mismo programa, cada obra se interpretaba de forma diferente, a
veces con alteraciones casi imperceptibles.
-Usted con sus interpretaciones termina por desfigurar la
obra original, y en definitiva, hacer otra cosa completamente diferente a lo
que su creador propuso. –Le increpó un crítico especializado en una entrevista.
-Excelente definición, -le respondió Romualdo,
-sobre una propuesta opto por lo que considero como interprete hacer, ya que no
es mi obra.
Por fortuna sus
seguidores fueron bastante más creativos en su postura que los detractores, y
si bien en su vida de concertista, como compositor e interprete, sufrió mucho
el vacío y destrato de los medios y mundito académico de momias, su obra
perduró con fuerza arrolladora al punto de ser hoy, cuarenta años después de
sus composiciones más importantes, repertorio ineludible de concertistas de
guitarra.
Pero una de estas
grandes composiciones, de las que indudablemente las demás piezas se desprenden
como “frutos que caen a la tierra”, fue el Concierto # 3 para guitarra
“Llanto”.
Estando una vez en su
estudio, tomando clase con otros compañeros, una mujer, también guitarrista, le
preguntó con gran naturalidad:
-¿Por qué “Llanto”?
El maestro la miró
algo sorprendido, luego adoptó su postura cabizbaja que a la hora de tocar le
amoldaba todo el cuerpo en torno al instrumento. Permaneció así cerca de un
minuto, haciendo pequeños cabeceos afirmativos, con la mirada perdida en el
suelo.
-Porque el llanto nos es común a todos, y en su desahogo,
los motivos pueden ser tan antagónicos y efímeros como sentidos y desconexos: lloramos por estar alegres o tristes, por
desencanto o felicidad. Como sea, esa es nuestra verdadera interpretación de la
vida, la pasión por la que vivimos o ya no deseamos vivir tanto. El llanto es
la composición, y será por cada nota, cada lágrima, que corra esa vibración
fantástica a la que llamamos “música”.
RV 2016
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