Los Viajes de
Pingusio, Capítulo # 05: "Señales"
Apenas percibió
aquel extraño movimiento que parecía un centelleo en la planicie inmensa del
desierto, Pingusio se demoró algunos segundos y cambió su curso en dirección a
él.
A medida que se
acercaba la escena le fue pareciendo más confusa, y es que quien resplandecía
entre rocas y arena, parecía querer llamar la atención a toda costa. Pingusio
revoloteó en su entorno a una altura que le permitía observarlo enteramente, y pasando desapercibido para el
extraño agitador.
Entendió que algo buscaba y se detuvo en el aire a la altura
de su rostro, para que le viese y entonces entender si aquellas gesticulaciones
podían acompañarse de alguna explicación. El individuo, sin dejar de agitar los
brazos, se mantuvo en suspenso, sin decir palabra, pero detuvo su marcha.
Pingusio se vio reflejado en sus diminutos ojos, y notó que intentaba hacer
foco en su cuerpito brillante y aleteante.
Esperó unos minutos,
cerca de veinte o treinta, esperaba alguna pregunta o, en el mejor de los
casos, un breve discurso que le diera a entender aquella parafernalia exaltada.
No emitió palabra alguna, el agitador desértico, así que fue Pingusio que
comenzó la prosa:
-¡Buen día! ¿Por casualidad usted requiere auxilio por señas
o simplemente es de sacudir los brazos a raíz de motivos aleatorios?
Inmutable, aquel extraño personaje se mantuvo en igual
actitud. Pensó Pingusio en reanudar su marcha, pero la curiosidad le
acompañaría sin cansancio y también se le acoplaría a la hora del descanso y la
siesta, y sabiendo que es un pésimo compañero, prefirió intentar alguna otra
cosa para dejarla allí.
-Usted, ¿me llama, me invita o sugiere algo? -A lo que
agregó: -Pingusio es mi nombre y estoy de pasada, casi yéndome y en eso de irme
consultándole por su actitud...
No recibió
respuesta. Aquel tipo hacía extrañas
cosas con los ojos que le daban a entender a Pingusio que también él lo estaba
examinando. El zumbido de los penachos que tenía en las extremidades se volvía
por momentos aturdidor, en una frecuencia muy baja pero que molestaba
horriblemente. Por detrás de aquella criatura se distinguía una huella profunda
y bastante recta que delataba su trayectoria, casi en paralelo a una zanja por
donde se intuía en su profundidad oscura la humedad en las paredes producto de
alguna corriente de agua.
De repente el tipo
retomó la marcha y Pingusio no esperó a que se le acerque para hacerse a un
lado y quedar lo suficientemente alejado del recorrido de sus brazos que comenzaban
con mayor fuerza a sacudirse. A una distancia de unos cuarenta metros, el
agitador comenzó a emitir extraños sonidos que luego tomaron forma de palabras,
aunque en un idioma incongruente.
-Milybeh,
sent-ha, sent-ha. ¡Moykdo mílbez, mílibez, mílibez! Sent-ha...
Así se alejó, y si bien Pingusio en un primer momento creyó
oportuno dedicarle un tiempo más volando a su flanco para ver si descifraba
algún mensaje de sus palabras, poco a poco se fue frenando, y retomó su rumbo
casi como una flecha, disgustado por no haber sacado conclusión alguna y
sabiéndose intrigado por mucho tiempo...
RV 2018
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