2018 postales del Ark
# 03: "La Protectora"
El resplandor ceniza
que comenzó a contaminar el cielo, a lo lejos, se presentó de forma tan
sorpresiva que apenas tuvimos tiempo de aminorar la marcha, como embrujadas por
la inercia del miedo que nos condujo hasta allí. Quedarían aún más de nueve o
diez kilómetros para tener un panorama lo suficientemente amplio que nos
permita entender por dónde y con quién escapar o improvisar una carga con las
últimas fuerzas que nos quedaban.
Sentí flaquear mi
corazón y sus latidos opacos ser absorbidos por la arena. Entonces apareció detrás de una duna, erguida
como un mástil de navío y oscura como el carbón mojado. A lo lejos sí se veía
el torbellino de arena acercarse en confusa danza que obligaba a replantearse
si modificar el curso, o huir de lo que ahora parecía ser el epicentro de la
tormenta. Negra, tan negra que el paisaje parecía resbalarle al moverse.
La enorme serpiente
enviada desde la Casa de Sasha, odiada por todas nosotras, se movió con
velocidad espeluznante, y en la fatigosa carrera que la puso detrás de nuestra
Protectora, pareció no vernos, o quiso desviar la atención para centrar su
ataque en la yegua de trote mordido por la incertidumbre y el pasajero mal de
la confusión...
Cuando aminoró la marcha y sus relinchos a destiempo
llegaron con un eco de trueno, entendimos que la serpiente estaba inmersa en su
propio fracaso, que por más que se impulsara con la fuerza de un volcán, nunca,
siquiera tocaría a La Protectora. La acompañó en una marcha desteñida y
escalonada por las dunas y más resplandores. La tormenta se alejaba y las
estrellas se veían con nitidez asombrosa. Continuó escoltando a la yegua negra
por entre las enormes protuberancias de arena... así se perdieron en el
horizonte... la tormenta era un pequeño borrón ocre que escapaba en sentido
opuesto.
Decidimos ir tras los
surcos que el viento trazó con latigazos calientes de furia, y al mirar hacia
atrás, no había más que inexpresivas lomas salpicadas por diminutos cristales
que reflejaban la luz de las estrellas. La marcha fue lenta, en un vuelo que no
superaba los veinte metros de cota, y el cansancio se disimulaba gracias a la
succión que la tormenta nos hacía arrastrándonos suavemente. Entonces una de
nosotras, como una voz que hablara por todas, comentó en la noche que se
cerraba inmensa: "La Protectora se hizo ver a nosotras por última vez, y
de la serpiente, solo el recuerdo de una
amenaza mentirosa nos quedará", a lo que otra voz tan clara y seca
contestó: "esa yegua nunca nos cruzó, solo vimos a una serpiente solitaria
vagando en su tristeza insoportable, y es seguro que detrás de cualquier duna, nos espere
replegada sobre sí misma, añorando cuando las tormentas no deliñaban los
caminos, y nosotras hundíamos nuestros pies en la arena".
RV 2018
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