Retractos, capítulo # 28; "Tom Mitchum"
Cuando Tom testeó el
prototipo "CB-55 Artemia loca", y su desintegración a escasos
doscientos metros del aeródromo se esparció por varios kilómetros a la redonda,
la congoja fue unánime. En medio de la tristeza y desmotivación, por la pérdida
de años de investigación y (en un segundo plano), por la vida del piloto, apareció Tom. Volvió
caminando, sin fracturas pero sí bastante quemado. Los árboles le sirvieron de
colchón y así amortizó la caída, en medio de un bosque perdido en las colinas
más lejanas del complejo de investigación espacial. Del silencio, la sorpresa
escalofriante y la solución a la búsqueda de un nuevo piloto, el director del
instituto celebró y dio por hecho que Tom probaría al "CB-156 Cocotero
ruin".
En cuestión de tres
meses el CB-156 estaba sobre la plataforma de lanzamiento. Era, simplemente,
una modificación exhaustiva del CB-55. A las mejoras, arrojadas a la luz del
accidente que protagonizara Tom, se le sumaron aquellas que estarían aplicadas
sobre el mismo prototipo destruido, pero que en ocasión de solo testear su
despegue y aterrizaje, habían sido omitidas. Fue un error dedicar tanto trabajo
al CB-156, dar por hecho que estaría de vuelta a la base y que de allí en más,
se proyectaría la mejor de sus versiones.
Cocotero ruin estabilizó
su vuelo y ascendió a más de 16000 metros, en trepada vertiginosa y sin
vibraciones que alteren su funcionamiento o pronostiquen un posible fallo en su
estructura o planta impulsora. En vuelo crucero comenzó a sentirse una brutal
desaceleración, constatada desde los instrumentos en la base, por el testimonio
en directo de Tom, y por la filmación hecha por los cazas que le escoltaban y
registraban cada uno de sus movimientos. Los reactores se detuvieron al unísono
y no volvieron a dar señales de vida. Tom permaneció más tiempo del permitido
dentro de la cabina, y cuando se eyectó, a muy escasa altura, el paracaídas
apenas le permitió salvar su vida después del
brutal impacto en tierra.
Dos meses y tres días
lo tuvieron en tratamientos intensivos, y para cuando se daba como inevitable
su deceso, una mejora repentina lo puso nuevamente de pie, en las veredas
soleadas de la ciudad que ahora se achicharraba al infernal sol del verano.
Tom Mitchtum encaró
sin titubeos el proyecto "M607 Mamadera hostil". Era la misma célula
del CB-156 pero con dos turbosoplantes nuevos, enteramente proyectados de cero
y ya probados sobre aviones de línea. La falla eléctrica, que mantuvo apagadas
las turbinas del CB-156, y que mantuvo cerrada la cabina cuando la emergencia
le ordenaba abrirse (motivo por el cual permaneció dentro de ella en demasía),
fue revisadas y solucionada. Ahora la cabina tendría solo apertura manual y de
absoluta simpleza.
Pasado un año el M607
quedaba frente a la interminable pista de despegue. Sintió Tom multiplicarse
las fuerza G que le hundía en el asiento, el golpeteo sincronizado y cada vez
más rápido de la unión de los paños de cemento de la pista, la soltura perfecta
de el vuelo y la tensión del tren erguido y rodante en el aire, sin peso ninguno.
Se mantendría así durante el primer vuelo, como era costumbre, y entonces la
Mamadera hostil inició la trepada de forma vertiginosa, en ángulo de 45 grados
y sin su aceleración máxima, lo que daba enormes perspectivas de sus
prestaciones cuando estuviese a plena potencia.
Pero quedaría para
otra instancia posterior a este primer vuelo. El M607 retornaba a la base en
medio de una cerrada formación compuesta por tres cazas. Entonces un caza,
ubicado metros por encima del prototipo, perdió un tanque de combustible
adicional, el que impactó sobre el borde de ataque de uno de los timones de
profundidad del M607, y a pesar de que estuviese casi vacío, el golpe fue tan
seco que lo partió y el aparato comenzó a zigzaguear de forma salvaje,
embistiendo a uno de los cazas a su lado que en una gruesa cortina de humo
negro se precipitó al suelo. La suerte del prototipo no fue diferente, y si
bien fue posible mantenerlo en vuelo lento y en espiral abierto, su proa
comenzó a señalar el piso y en cuestión de segundos se disparaba a tierra como
un proyectil.
Aunque pudo Tom
escapar a la llamarada que envolvía la cabina, una vez eyectado su exposición
al fuego deterioró el paracaídas que apenas sí pudo sostener el peso del
desesperado piloto que cayó sobre el duro pavimento que circundaba a un hangar.
Algunos inconvenientes le postraron más tiempo del que se creía en una camilla
del hospital, llegando por momentos a pensarse que difícilmente sobreviviese.
Pero la Mamadera hostil fue un éxito y durante los casi siete meses de
internación y recuperación del piloto de prueba Tom Mitchum, se aprobó el
modelo y también se aprobó su producción para una primera entrega 40 ejemplares
versión "B5".
Cuando Tom apareció
en la base, ante el asombre total de todo el personal de pista y empleados de
diferentes áreas, un aplauso cerrado le hizo avergonzar como pocas veces. El
Director del instituto se deshacía en elogios, y en breves pasos, Tom se
encontró en la oficina de la máxima autoridad de aquel complejo aeronáutico. El
jefe mostró a Tom los resultados de aquel peligroso testeo, informó sobre la
fabricación de más de tres versiones y confesó su más profundo anhelo de que
sea él mismo, Tom Mitchum, quien testease la futura modificación de la última
variante denominada XC-6070 "Macaco soluble", casi completamente
proyectada y en fase de montaje. Tom se mantuvo incrédulo y dubitativo. Su jefe
lo percibió e intentó cambiar el curso de la conversación: era demasiado pronto
para proponerle volver al espacio después de una postración que casi se
transforma en perpetua.
Y entonces el
bullicio rodeó la oficina como una tormenta de arena y a través de los vidrios
craquelados las sombras empujaban luces y en manchas de colores se acercaron a
la puerta. Tres tipos entraron a la sala de improviso, idénticamente vestidos.
La grosera interrupción hacía suponer algo grave, y el personal acorralado como
ganado asustado, detrás de puerta que parecía el límite que los distanciaba del
infierno, confirmó la sospecha.
-Capitán Carlos F. Timerio, Director del Centro de
Investigación Espacial. -Dijo uno de los tipos. Más que una pregunta, fue una
sentencia.
El jefe se
incorporaba lentamente mientras el asombro le ganaba los ojos.
-Está arrestado por suministrar datos de seguridad nacional
a naciones enemigas.
Se fueron los tipos, y con ellos su jefe y su secretario. En
cuestión de minutos otras personas idénticamente uniformadas invadieron la sala
y removían cada papel y escudriñaban biblioratos y cajones de todos los
muebles.
-¿Y usted quién es? -Le preguntó groseramente uno de los
agentes de la investigación.
-Un espía, pedazo de imbécil.
Hubo un instante de perplejidad, pero el par de medallas que
Tom lucía en su solapa, dejó en silencio a todos dentro del cuarto.
Tom caminaba con más
lentitud que antes, se notaba que inclinaba los pasos a la izquierda, donde un
bastón le acompañaba sincronizadamente. Luego se detuvo bruscamente bajo el
soleado techo azul de aquel día. Muchos pensaron que elevaría los ojos al
firmamento, buscando en la inmensidad reconocerse en futuras instancias de
vuelo, pero no dirigió los ojos más allá del follaje oliva y reseco del
horizonte, detrás del alambrado que limitaba las pistas. No necesitaba ir más
lejos para revivir el nefasto momento en que, sorpresivamente, un depósito
lanzable de combustible de uno de los aparatos de escolta, se estrellaba contra
su nave.
RV 2016
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