Retractos # 25: "Gladise"
Cuando decía que "al amar moría un
poco", Gladise impactaba de lleno contra el silencio que cuajaba la sala.
Entonces su prima estaba envuelta en absurdas vacilaciones sobre el ir o venir,
estar, dejarse llevar o alejarse definitivamente... una azarosa peregrinación
donde sus sentimientos ya daban señales de fatiga y absoluta confusión.
Pero en Gladise se percibía una abnegada
voluntad por salvarlo todo, más allá del deterioro de relaciones absurdas y
desenfadadas actitudes que contradecían esta madurez plausible.
Se precipitaron los acontecimientos desde que
Mellinda se separó del piloto; sus salidas nocturnas se volvieron adicción y
los entretelones amorosos la sacudieron con violencia y muy poco respeto.
Después, su prima se fue y ella nuevamente encontró vacío su jardín de
misteriosos encuentros donde purgaba no sabía qué que la atormentaba pero se
correspondía con su ansiedad y temor a la soledad.
Gladise se volvió obesa, irritable e irónica
como nunca lo había sido. Pero era solo tristeza, una terrible tristeza que la
fue apagando hasta que apenas sí podía decirse que estaba rellenita de más,
pues nada la conmovía y su apatía la mantenía muda a veces más de un día
entero. Pero jamás pensó en quitarse la vida, por más que por momentos pensó en
arrebatársela a otros...
Un día de
tenebrosa tormenta eléctrica, cuando daban las 0835hs de la mañana y se movía
taciturna en dirección de la peluquería para abrirla, Gladise encontró a un
hombre frente a la fachada. Parecía bacilar por momentos, entre golpear y mover
el pestillo de la puerta para entrar, pero quedaba en ademanes tontos y de
movimientos segmentados, después acercaba su rostro al vidrio e intentaba matar
reflejos del cielo relampagueante para ver hacia dentro del negocio. Era el
piloto, Estiguar, el ex de su prima. Cuando la sorpresa la detuvo e intentaba
preguntarle qué hacía allí, con la menor cantidad de palabras y de la forma más
seca, enormes gotas comenzaron a estalla contra el suelo. Él la vio y en el
reflejo de los ojos del hombre se encontró a ella, náufraga y lejana de toda
costa que parecía confusa entre la espuma de las olas. Pensó en decir algo que
lo hiriera, pero encontró en las comisuras de su boca el casi extinto pedido de
ayuda que una persona puede contener, sin necesidad de hablar. Las gotas
pegaban con dureza y de los ojos de Gladise chorreaba el rímel negro dándole un
aspecto de fiera agonizante. El tipo pensó que de sus ojos brotaba petróleo y
apartó la mirada al imaginarla emergiendo entre agua enlodada y plantas flotantes.
-¿Está tu
prima?
-¿Mellinda?
¿Estás loco? ¿No sabés que hace más de un año que se fue de casa a vivir con un
tipo?
Estiguar mantuvo la boca abierta, hurgando en
el rostro desaliñado de la mujer algún indicio de trampa. Luego, casi por
reflejo, miró hacia adentro de la peluquería. El reflejo le devolvió su figura
desteñida y el volumen estático de Gladise.
-¿Querés te?
-Le preguntó ella. Él, mirando hacia abajo asintió con la cabeza, sin decir
nada, pero Gladise lo había visto espejado en el vidrio mojado, de espaldas a
él, y entendió lo que pensaba mientras
movía las llaves en la cerradura, como una daga que desgarra las tripas de una
presa entregada.
RV2016
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