martes, 24 de abril de 2012
¡Despertad!
¡Despertad! ¡Volved del letargo torpe y acuñador! ¡Sentid en punzantes latidos el llamado de los Dioses que en tormentas de barro y piedras intentan combatir! ¡Es la hora! ¡Cetáceos ponzoñosos se contorsionan de ira y escupen lava sobre los mortales! ¡Los Dioses te rescatan de la tumba arcillosa que creías tu morada! ¡No hay tiempo para empañar espejos con el húmedo aliento nostálgico de los humildes! ¡Hay que combatir a los escorpiones delatores que pronostican el caos! ¡Quien más, quien menos, en sus manos tuvo una carta con testimonios enloquecedores! ¡Un pasaje al abismo codicioso, el señuelo de los débiles y un tesoro en la orilla para piratas naufragados! ¿Sabéis qué dijo a los tiburones el último marinero?
"Tengo en las venas la travesía de todos los barcos
y es mi cuerpo un mapa,
puedo sentir en la sal de los mares las lágrimas de los afondados,
y ver en cada gaviota una salva!
¡Está la tempestad de mi lado
y de oponerse a mi destino,
solo hará más fuerte mi deseo
de llegar donde inicia el camino!
¡Monstruos vetustos, maravillosas máquinas,
flechas acuáticas bajo tenues sargazos:
abridse a mi paso, no opongan sentencia,
soy el espíritu que filtra en la tormenta,
entre nubes de agua y astillas de navíos,
como las inmensas fauces de la ballena,
el llanto de los ahogados y aturdidos!
¡Hay quienes temen encontrar en un reflejo, en una limosna de luz o en el chirriar de gastadas chumaceras, -como si fuesen coordenadas de un accidentado camino-, los testigos que golpean vuestras puertas implorando el regreso al abismo! ¡Despertad! ¡No por casualidad se encuentran los ríos, ni son capricho las cascadas! ¿Cómo saber hasta qué punto estas huellas son mías, o son las cicatrices de testigos? ¡Cuando estéis frente a las carcasas de las bestias poderosas que sucumbieron al eclipse, cuando encontréis en sus escamas el reflejo de los hundidos, entonces de la pesadilla os habréis diluido, y la hora del combate será propicia! ¡Despertad del sueño derretido por semejanzas cotidianas! ¡Hay manera de cortar la flor y no lastimar la planta, pero para sabernos con autoridad y destreza, para ello, es necesario empuñar la espada! ¿Os confieso el último deseo del Rey acosado en su castillo?
¡Medanos, pantanos y sombrías dunas,
colinas desmembradas y valles empinados:
cercad a los enemigos de oscuras dudas,
si se encuentran juntos o diseminados!
¡Volved la noche agreste
en día resplandecido,
hundid la sombra ecuestre
del caballero enfurecido!
¡A la suerte mi gente se a echado,
de muerte no habrán más testigos,
cuando el minuto sea señalado,
y la noche empuje los postigos!
¡Ríos, arroyos, mares y estuarios:
flagelad las costas y el dique,
que sientan los invasores sanguinarios,
como se arrastra su flota a pique!
¡El desierto susurra chocando la arena contra la arena, pidiendo ocultar nuestro árido rostro de temor ante la virulenta arremetida de las libélulas de la confusión! ¡Despertad, mil veces despertad! ¡Y si por descuido el demoledor sueño os aplasta contra el empedrado, no reparéis si el suelo es tumba, lecho o castigo, pensad en el marinero, en el Rey o en un naufragado: corred con la palma de la mano la escabrosa superficie, y señalad, cual inquieto y curioso cartógrafo, dónde está el punto donde os encontráis, o habéis llegado!
RV 2009.
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