2020 - Retractos II / Capítulo #01: "El gato Pity-Piky
Ferguson"
Apenas tuvo la
posibilidad d embarcarse, Ferguson se
destacó entre la tripulación del Parabelum de forma extraordinaria. Supuso, en
un primer momento, una serie de pormenores a raíz de su condición de gato; sus
despóticos y repentinos cambios de actitud, su rechazo al agua, el fastidio
hacia multitudes o personajes desconocidos... Desde el cuarto de máquinas hasta
la torre de control, el gato se hizo tan visible como eficaz, y cuando se volvió
imprescindible, Ferguson era ya el Contramaestre.
Los puertos donde
hacía escala el gigantesco carguero también eran escenario para que el genial y
audaz Ferguson impusiera su estilo y dejase una impronta imborrable en todos
aquellos que le conocían. En cuanto a su disciplina y profesionalismo, el gato
Ferguson era, por momentos, quien quedaba a cargo del navío desde todo punto de
vista, y el Capitán depositaba en él su más absoluta confianza. Por otro lado,
Pity Ferguson nunca alardeaba de sus formidable capacidad como navegante y
tripulante, una humildad envidiable le envolvía en su proceder, y la soledad
con la que se empapaba le volvía intrigante y misterioso.
Pero a medida que se
decantaban responsabilidades en él, la corrección en su comportamiento frente a
cada situación y la cordialidad con la que trataba a cada tripulante del
Parabelum, sin importar su cargo, también crecía la curiosidad por conocerle
más a fondo. No hubo reunión en la que Pity-Piky permaneciese más de lo
necesariamente oportuno, ni jamás se le vio en festejo o encuentro de
camaradería; Ferguson era, simplemente, la funcionalidad y eficiencia del navío
en su más estricta medida, pero de allí en más, un fantasma que desaparecía una
vez cumplido rigurosamente su horario de trabajo. Entonces las especulaciones
fermentadas en envidia se decantaban en intrigas y suposiciones absurdas.
Pero una tarde,
fuertemente sacudidos por una tormenta sin precedentes, el Parabelum se había
escorado de manera alarmante y no recobraba su estabilidad a pesar de intentar
mover cargas y lastre. Llegada la noche, luego de una pausa donde la tormenta
se disipó tras una fuerte lluvia, la tempestad se hizo tan violenta que en
cuestión de una hora se había perdido una enorme cantidad de conteiners, sacudida
tras sacudida. Los pedidos de socorro no
tenían ningún efecto puesto que nadie se acercaría a la nave en medio de tantas
olas y vientos aterradores, pues se trataría de una misión suicida. El Capitán
se había sumido en una crisis nerviosa que le desbordaba entre conflictos de
antaño en los que se perdió cargas invalorables, mercancías de espíritus
náufragos e historias truncadas a fuerza de vidrios rotos.
Ferguson tomó el mando, y nadie se opuso frente a un escenario que
crispaba los nervios a cada sacudida y aliviaba el alma cada vez más cercana a
las profundidades oscuras y heladas del océano. En una suerte de maniobras
lentas y fraccionadas en el tiempo, poco temerarias y calculadas en desvíos que
parecían seguir una estrategia inventada sobre la espuma de las olas, el
Parabelum comenzó a cortar olas quirúrgicamente, el asedio del viento desde
babor mermó sutilmente, se estabilizó el buque y dejó de crujir a cada balanceo
que inevitablemente el mar le imponía a suerte de furiosas envestidas. Tras los
vidrios verdosos, espantosamente salpicados por el agua que en cualquier
sentido intentaban frenar a los limpiaparabrisas obstinados en articular el
tiempo sobre los cristales, se descubría a Pity-Piky con los ojos cual brazas,
a los mandos de la mole metálica. Allí permaneció, sin soltar el timón ni dejar
escapar cada media hora, una orden que obligaba a retomar la comunicación e
informar sobre su posición y situación. Pero la tormenta se tomó su tiempo en
desintegrarse, y en el eco desafinado de su retirada sobre las olas turquesa,
corriendo mar más adentro, hacia el horizonte negro, se llevó el lamento de
varios lesionados en la tripulación.
Aquella proeza trascendió
más allá de puertos y costas, y era común mencionar al Capitán Ferguson a la
hora de hacer frente a un desafío, cualquiera sea este y cualquiera su real
grado de dificultad.
Entonces Ferguson
estaba por ser ascendido a Capitán, cuando tuvo una sorprendente confesión. Y
se trató de su pedido incondicional de asumir como Capitán del famoso navío al exigir
sea rebautizado como "Parabelum II". Aquel pedido, siempre cortés y
medido como cada una de sus acciones, tomó por sorpresa a la tripulación y
demás funcionarios de la empresa. Fue así que uno de los gerentes empresariales
que allí se encontraba presente durante su nombramiento, le preguntó con cierto
asombro evidente:
-¿Parabelum II porque
considera que el primero se perdió?
-No,-dijo con voz clara y precisa como una coordenada,
-Parabelum II porque "dos" son las vidas que me quedan, las otras
cinco las perdí en aquella tempestad.
RV 2020
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